El espacio ya no es simplemente un territorio de exploración con fines científicos, sino que colma aspiraciones comerciales sobre las que se dibujan actividades productivas como el turismo. Así lo evidencian los recientes viajes de Richard Branson con Virgin Galactic o de Jeff Bezos a bordo de las naves de Blue Origin, proyectos que responden a realización personal de estos millonarios, pero que inauguran una forma diferente de concebir el espacio exterior, considerado como una fuente extra de recursos y una parada más de la evolución humana. Todo ello, mientras la Tierra declara su propia emergencia climática, tal y como se ha expresado en el reciente informe IPCC de la ONU, que achaca el deterioro del planeta al ser humano.
Sin embargo, esto no retrasará los planes que algunas compañías tienen para establecer nuevos modelos comerciales más allá de la atmósfera. En el caso de Blue Origin y Virgin Galactic, han sido los propios magnates que lideran estas compañías los que han participado en las expediciones espaciales, enfundados en trajes de astronauta. El ejemplo de SpaceX, que completa la tríada de nuevos exploradores espaciales -antes privados, ahora públicos- es diferente, porque su CEO y Fundador, Elon Musk, tiene otros planes para la compañía que van más allá de lo puramente experiencial de un viaje al espacio para bolsillos pudientes.
El mejor ejemplo es el acuerdo que la empresa californiana ha suscrito con la empresa canadiense Geometric Energy Corporation para colocar publicidad en el espacio mediante un satélite. Según ha desvelado Samuel Reid, CEO de la compañía, en una entrevista con Business Insider, está construyendo junto a SpaceX un satélite CubeSat que estará recubierto de pantallas donde se mostrarán anuncios, logotipos de empresas o arte digital, es decir, un artefacto con una superficie totalmente comercializable.
Los CubeSats son nanosatélites que no pesan más kilo y medio y que durante años han sido usados en entornos universitarios para experimentar en materia espacial, pero con el paso del tiempo se han convertido en una alternativa asequible para todo tipo de compañías. Mientras que un satélite mediano o grande puede tardar en desarrollarse entre 5 y 15 años, los CubeSats tienen un periodo de ejecución que no supera el año y requieren una inversión de medio millón de euros frente a los 500 millones de euros que puede costar un satélite convencional. Igualmente, si se pierde o falla una unidad de nanosatélite es más fácil de sustituir por otro y el recambio se consigue en un lapso de tiempo más corto.
Para poner en órbita un CubeSat, las compañías que los desarrollan, como Geometric Energy Corporation, llegan a acuerdos con socios públicos o privados tal que SpaceX, fabricante de cohetes. Estos nanosatélites han recibido un gran impulso en los últimos años y son utilizados para funciones como la observación de la tierra, recogiendo datos útiles para la gestión de recursos naturales. Otra función para la que han sido concebidos es como transmisores de comunicaciones, ofreciendo cobertura a zonas con dificultades, algo que realiza Starlink, también propiedad de Elon Musk. Los CubeSats sirven además para la gestión de aviones, barcos o vehículos, complementando a las redes terrestres en actividades logísticas más complicadas; así como contribuyen a la monitorización de señales o se emplean para misiones interplanetarias, pruebas de sistemas en órbita o investigaciones biomédicas.
Publicidad vendida en tokens para ser retransmitida por YouTube
En el caso del satélite que pondrán en órbita Geometric Energy Corporation y SpaceX, la función será, en principio, solo de experimentación comercial. Pero, ¿cómo se verá la publicidad proyectada en este CubeSat? El dispositivo llevará una especie de trípode acoplado con una cámara que servirá para retransmitir los anuncios a través de YouTube o Twitch. El plan de la empresa que dirige Samuel Reid es poner en órbita el nanosatélite el año que viene con todos los espacios publicitarios vendidos. Para poder comprar un hueco en este artefacto solo se podrá utilizar criptomonedas como Ethereum, que a día de hoy ofrece el proceso de certificación más real en un entorno cambiante. Pero el objetivo es que la inversión publicitaria se canalice a través de Dogecoin, la “mememoneda” que Elon Musk ha auspiciado con sus comentarios en Twitter más de una vez.
Dogecoin fue creada en 2013 por Milly Markus, desarrollador de IBM, y Jackson Palmer, analista de datos de Adobe, que la concibieron como una broma tal y como demuestra que su imagen sea la del meme del perro Shiba Inu que fue viral hace unos años. Hasta 2021, esta criptomoneda había sufrido fluctuaciones, pero nunca tan grandes como las que desataron los comentarios de Elon Musk, que contribuyeron a sextuplicar su valor. Actualmente, Dogecoin es la séptima moneda que más volumen concentra en un mercado donde existen miles de divisas digitales. Después de varios meses de caídas, las criptomonedas han vuelto a mejorar su cotización, a rebufo del motor que es el Bitcoin y Dogecoin podría ser una de las grandes beneficiadas en el futuro cercano.
Los interesados en comprar un espacio publicitario del satélite que lanzarán Geometric Energy Corporation y SpaceX tendrán que hacerlo mediante tokens para reclamar los píxeles de las pantallas que llevará el dispositivo. Cada pixel y sus características tendrán un valor diferente: hay tokens para optar a la coordenada X, otros para la coordenada Y, unos destinados al brillo, los que hay que sirven para fijar el color y finalmente están los tokens a través de los que los anunciantes comprarán la cantidad de tiempo. En sí misma, la planificación de medios será una ingeniería para este plan comercial espacial.
El CubeSat se pondrá en órbita a bordo de un cohete Falcon 9 de SpaceX, una de las unidades de la compañía de Elon Musk y que tiene como característica reseñable que se puede volver a usar. “El Falcon 9 es un cohete reutilizable en dos etapas, diseñado y fabricado para el transporte seguro de personas y cargas útiles a la órbita terrestre. Esto permite al SpaceX volver a usar las partes más caras, reduciéndose así el coste de acceso al espacio”, describe la empresa en su web, donde hay un recuento de las veces que ha hecho despegado un Falcon 9 (122), el número de aterrizajes (82) o la cantidad de veces que ha conseguido reutilizar los cohetes (64).
“Desde Geometric Energy Corporation estamos intentando conseguir algo que puede democratizar el acceso al espacio y descentralizar la participación. Con suerte, la gente no malgastará su dinero en algo inapropiado, insultante u ofensivo”, ha declarado Reid, quien no ha desvelado todavía cuál será el precio de cada token. En cualquiera de los supuestos, con esta acción, la compañía canadiense ha conseguido que se hable de ella en todo el mundo, dando un paso más allá en su estrategia, que actualmente desarrolla en frentes bien diversos.
Por un lado tiene una división llamada Labs, centrada en el hardware y el desarrollo de software para ordenadores; a través de Medical trabaja en el desarrollo de sistemas para detectar problemas nasales y de retina; en Energy lleva depositando esfuerzos desde hace años en la creación de sistemas basados en el blockchain y que en todos los casos tienen un enfoque sostenible; con Gaming ha puesto en marcha proyectos y colaboraciones para la industria de videojuegos; y finalmente está Geometric Space, donde se integra el acuerdo con SpaceX, y cuya actividad es “integrar y crear logística a través de CubeSat para el lanzamiento de cargas útiles al espacio”.
Ya en 2018, Samuel Reid había intentado llegar a un acuerdo como el que ahora ha conseguido con Elon Musk. En esta primera aproximación, SpaceX no valoró la opción al no considerar a Geometric Energy Corporation como un aliado con experiencia. Sin embargo, una cuestión personal medió para la aproximación de ambas partes, y es que Reid ha sido profesor en los últimos años de los hijos del dueño de Tesla, lo que le ha ayudado a conocer más y confiar en el proyecto de la empresa con la que ahora se adentrará en la publicidad espacial, un modelo que también suscitó el interés de marcas como Pepsi, que en 2019 presentó una idea junto a la empresa rusa StartRocket.
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