La mano irracional de Dios

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Esto no es un obituario. Los obituarios dejémoselos a los jugadores que trabajan de cromos de Panini, pero no a Diego.
Además, a estas alturas debes haber recibido mil obituarios, seguramente escritos mucho mejor que lo que vas a leer acá.

Este intenta ser un anti-obituario, pero no de Diego, sino tuyo. Que en una de esas, eres de los tantos que se sienten tentados de decir hoy delante de un Argentino: “Admiré muchísimo a Maradona por lo que hizo dentro de un campo, pero no por lo que hizo afuera”. Enterremos hoy bien profundo a esa parte "bienpensante", racionalmente irracional y políticamente correcta que todos tenemos y se dedica a diseccionar al otro como si uno tuviera derecho de comprar por décimos a una persona. Como si nuestros propios enteros no tuvieran contradicciones.

Tal vez este texto sea una explicación con el corazón en la mano de por qué para los argentinos como yo, esas dos facetas de Diego son completamente indivisibles. Una especie de manual de instrucciones Maradoniano de la Argentina. Un país del que algunos creen que se nos pasó el punto del sentimiento y por eso vamos dando bandazos por la historia, y otros que sentimos que sin ese sentimiento no seríamos ni historia.

La racionalidad está sobrevalorada

Hace unas horas se viralizó una frase que dicen que dijo Roberto Fontanarrosa (los argentinos cuando no sabemos quién dijo una genialidad decimos que la dijo Perón, el Ché, Borges o Fontanarrosa). “No me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa qué hizo con la mía”. Y eso explica lo indivisible.

Sin embargo, del otro lado hace unos meses otro argentino ilustre, pero por todo lo contrario (el expresidente Macri, que ahora casualmente trabaja de presidente honorario de la FIFA) no tuvo mejor idea que insultar a una adversaria política diciéndole que era “irracional como Maradona”. Y sí, tiene razón Macri. Lo de Diego era irracional, pero si lo usa como insulto, es que no entendió nada.

Todo lo mágico es irracional. Lo inesperado. Eso vale desde para un regate que no se espera un defensa hasta para todo lo que te hace sentir vivo en este mundo. Enamorarte, desenamorarte, volver a enamorarte aunque juraste no hacerlo nunca más. Ponerte a aprender piano, aunque sepas que no vas a llegar a concertista en tu puta vida. Romperte el lomo hasta encontrar ese trabajo que serías capaz de hacer gratis, es de una irracionalidad supina.

Sin embargo, todas esas elecciones son mucho más vitalmente inteligentes que las que hubiese elegido la racionalidad. De hecho, muy racionalmente lo votaron a Macri y hoy él está organizando amistosos en la FIFA.

Y, sí. Diego Maradona y lo que hizo dentro y fuera de una cancha queda totalmente fuera de los parámetros de lo racional y tal vez por eso es por lo que los argentinos lo pusimos enseguida en el alma en lugar de en la cabeza. Amamos a Maradona porque en la cancha regateó a todo lo que se lo puso. Pero también porque afuera de la cancha no regateó absolutamente nada.

Diego fue el que se hizo cargo de que un partido de David contra Goliat 4 años después de una guerra absurda que mató a miles de jóvenes, fuera mucho más que un partido de fútbol. Fue el que mientras los reyes del fútbol se abrazaban con la FIFA, se enfrentó pidiendo condiciones dignas para los futbolistas de base y sindicalizándolos para no jugar mundiales a horas inhumanas.

Fue el que siendo el tipo más famoso de la tierra le dijo a un Papa delante de una cámara si no veía un poco contradictorio eso de tener edificios con oro y que haya chicos que se mueren de hambre. El que si puteabas nuestro himno antes de empezar era capaz de dejarte fuera del Mundial que habías organizado.

Fue el redactor más brillante que conocí en mi vida. Capaz de hacer frases que repetirían generaciones antes de que vos le presentes el mejor de tus textos. Fue el que entendió que el fútbol y la fama, también son ideología. Y no solo se mojó por lo que se pasaba en Argentina se embarró hasta las orejas.

El que nunca se olvidó de dónde salió, pero sobre todo nunca lo usó como excusa. Fue el que murió y resucitó no una, sino mil veces. A pesar de la droga y de sus propios fantasmas. Y que nunca te vendió una pulserita amarilla de goma para que lo imites.

Algunos pensarán que mucho de esto lo hacía para la tribuna, y puede ser. Pero en un mundo lleno de “capitanes” individualistas, que solo juegan por el contrato, salvarse solos, o engañar al de enfrente, que alguien juegue para la tribuna es todo un acto revolucionario.

Hoy se nos fue el Diego y los religiosos maradonianos estamos muy enojados con el barba. Porque cuando se va alguien racional podemos dar discursos y escribir obituarios. Pero cuando se va un irracional, un ilógico en toda regla como Diego, solo nos queda llorar y abrazarnos a la distancia con los que sienten parecido.

Si eres de esos, un abrazo.
Si no lo eres, lo siento No sabes lo que te pierdes.

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