Autoritaria, directa y contundente, Margaret Thatcher diferenciaba claramente las palabras de los hechos y estaba más interesada en los segundos. Pese a tener muy claro que gustar a la gente no era su objetivo, ganó tres elecciones seguidas y ha pasado a la historia como una de las líderes más influyentes del mundo.
Su comunicación era unidireccional y su liderazgo, autocrático y dominante. En un mundo social como en el que vivimos ahora, en el que la comunicación es mucho más participativa, el discurso de la ex primera ministra puede parecer de otra época. Pero si bien es probable que una Thatcher moderna no tendría muchos amigos en Facebook, seguro que tendría más shares y retuits que ninguna otra figura política.
Siempre certera y contundente en sus declaraciones, sus frases célebres nos hacen añorar el poder de la comunicación política, algo ahogada hoy en día en un mar de declaraciones indecisas y comentarios evasivos:
“Me da igual cuanto hablen mis ministros, mientras que hagan lo que yo diga”
A Thatcher no le importaban las críticas ni las habladurías de la política, sino las acciones y los resultados. Fue una líder autoritaria, que controlaba totalmente a sus subordinados y a quien no le interesaban demasiado sus opiniones.
“Si mis críticos me vieran caminar sobre las aguas del río Támesis dirían que fue porque no sé nadar”
El desdén hacia las críticas de la ex primera ministra choca con la forma de comunicarse de muchos políticos actuales, preocupados por la opinión pública y las críticas constantemente. Thatcher era consciente de que sus detractores la criticarían hiciera o dijera lo que fuera, así que no les tenía en la menor consideración. Sus acciones y palabras se dirigían a objetivos, y los que compartían esos objetivos la seguían aún más porque sabían que su discurso era veraz y fiel a sus ideales.
“Si sólo te propusieras gustar a los demás, estarías preparado para ceder sobre cualquier tema y en cualquier momento, y nunca conseguirías nada”.
La Dama de Hierro se ganó el apelativo por su firmeza. Thatcher no estaba dispuesta a ceder. Las críticas no le importaban mientras no se interpusieran en sus objetivos y nunca se preocupó por si gustaba o no a los demás. Para Tatcher, preocuparse por gustar a la gente era una debilidad, porque podía forzarla a ceder y llegar a compromisos con otros, algo que no era de su estilo.
“En política, si quieren que se diga algo, pídanselo a un hombre. Si quieren que se haga algo, pídanselo a una mujer”.
Thatcher fue la primera mujer en ocupar el cargo de Primera ministra Británica y por ese motivo muchos la consideran un icono del feminismo. Pero además de ser una pionera para las mujeres en política, en sus declaraciones frecuentemente defendía las cualidades femeninas en la política. En una profesión en la que los hombres dominaban totalmente y la política se dedicaba más a las declaraciones de intenciones que a los hechos, Tatcher defendía que más mujeres eran capaces de tomar las riendas.
“Cualquier mujer que entienda los problemas de gestionar un hogar estará más cerca de entender los problemas de gestionar un país”
Thatcher será recordada por apoyar abiertamente el feminismo y defender las capacidades de las mujeres en política. Aún así, nunca incorporó a ninguna mujer a su gabinete.
“No espero que nadie se siente ahí y esté de acuerdo conmigo. Ése no es su trabajo”
Quizá hay una explicación simple al origen de la genialidad del discurso de Thatcher: le encantaba discutir. Reconoció en repetidas ocasiones su pasión por los debates, aunque valoraba tener un interlocutor tan directo como ella misma. Su estilo, directo y contundente, la convertía en una contrincante fuerte, que estaba aún menos dispuesta a ceder que su rival.
Os dejamos con un pequeño homenaje a esa contundencia: su famosa respuesta cuando se le propuso abandonar la libra esterlina por el euro: ¡No, no, no!