Hay conceptos que parecen ponerse de moda y acaparan durante un tiempo titulares y conversaciones de pasillo. Uno de ellos son los NFT’s, el acrónimo que ha unido a perfiles de sectores tan diferentes como los de la publicidad, la tecnología, los gamers o los de las instituciones artísticas y coleccionistas de arte.
Pero queremos saber si este tipo de arte digital podría realmente suponer el acercamiento definitivo de los creadores del circuito cultural a las marcas. ¿Qué mejor manera de averiguarlo que preguntándoselo a uno de esos artistas?
Entrevistamos a Solimán López, protagonista de la primera venta de un nifty en la historia de ARCO y primero en vender un NFT en la consagrada casa de subastas Durán.
Visitamos ARCO
Cogí mi bloc de notas (qué poco digital soy todavía en algunas cosas) y me acerqué a la Feria. Esta edición traía de la mano el debate sobre si el criptoarte se había integrado realmente dentro del mercado del arte español. Tras la venta en la edición del 2021 de la obra Tree Hash, creada por Solimán López, imaginé que habría más representación de galerías virtuales entre los stands, pero me temo que eso aún tendrá que esperar un poco. Los NFT’s todavía tenían una tímida presencia asomándose tras la consabida “artillería pesada” que las galerías exponen cada año.
Tras las interminables colas de acceso en las que te pedían más documentación que en un aeropuerto, fui al stand de la galería Baró, donde Solimán exponía su pieza Olea, una criptomoneda almacenada en ADN que el artista ha introducido en aceite de oliva. Precisamente el NFT de esta pieza fue el primero en subastarse en Durán.
Frente a su hipnótica obra contestó a mis preguntas, mientras varias personas nos interrumpían para saber si él era ese artista que había salido en televisión y prensa y pidiéndole que les explicase qué es eso de un NFT.
Hablamos con Solimán López
P. Parece que las marcas se han adaptado antes que los museos o instituciones artísticas a las posibilidades que brinda el criptoarte. Firmas como ASICS o Nike ya estaban monetizando e impulsando la creación de este tipo de arte digital casi desde su surgimiento. ¿Podrían ser las marcas los nuevos mecenas del arte?
R. La tecnología es la nueva deidad, cuando acudimos a Google o a las nuevas tecnologías quieres obtener respuestas las 24 horas del día los 7 días de la semana, y eso es exactamente lo que esperábamos cuando íbamos a la iglesia, le pedías algo a Dios para que te respondiese lo antes posible. Esa fe se ha desplazado hacia lo digital. Del mismo modo ese desplazamiento ha sucedido en el arte, antes eran la iglesia y la corte las que financiaban el arte y ahora hay un hueco para que sean las marcas las que apoyen el arte creado de modo digital. Aunque hay que establecer los límites sobre lo que es o no una obra de arte.
P: En esta línea de colaboración de artistas con marcas, los creadores podrían realizar NFT’s que además de ser coleccionables, permitan a quien los adquiera participar en experiencias exclusivas como exposiciones efímeras o réplicas físicas, como han hecho ya firmas de calzado como Nike. ¿De qué modo crees que las marcas pueden impulsar el trabajo de los artistas?
R. A veces las marcas son vehículos, al final es cuestión de cómo se visten las cosas. Se pueden asociar, yo sí colaboraría con marcas que estén en el discurso de lo que yo estoy trabajando y no vayan en contra de mis objetivos como artista.
Hay sectores, como el de la biotecnología, nuevas tecnologías y ciencia que casan muy bien con mi trabajo. De hecho colaboro con Adentro, una empresa con la que estoy sacando un proyecto de ADN.
No olvidemos que las marcas y empresas muchas veces tienen una tecnología más avanzada de la que puedes tener tú en tu estudio, por lo que artistas que trabajamos con tecnología punta podemos encontrar un modo muy interesante de colaborar con ellos.
P. En el metaverso, y las redes sociales, los avatares se han convertido en una carta de presentación. ¿Podremos pedir que nuestro avatar sea un retrato de encargo tal y como se hacía con los retratos de la corte?
R. Precisamente mi obra INTRONS, expuesta en Callao, es una respuesta a la proliferación de nuevas identidades en el metaverso. Con esta obra quería detenerme a pensar en la evolución de la representación, dejar atrás el tema de la imagen y la sobreexposición personal. ¿Por qué tendríamos que estar representados como nosotros somos físicamente en un mundo al que el tiempo le da igual?
Las cosas no envejecen en internet pero nosotros sí lo hacemos en el mundo real, con lo cual todo es una pura mentira. Llegué a la conclusión que lo único que no cambia de nosotros mismos es nuestro ADN, nacemos y morimos con ese ADN. De ahí nace el proyecto INTRONS, donde realizo esos “retratos por encargo”. Cualquiera puede enviarme una muestra de saliva que se manda al laboratorio para sacar el genotipado. Desde ahí valoramos 15 parámetros a partir de los cuales el sistema construye un INTRON, que es esa identidad visual única que representa tu esencia.
P. ¿Qué definiría, entonces, al criptoarte?
R. Un NFT no es más que un protocolo de propiedad digital. Estamos todavía en ese círculo autorreferencial porque siempre llega algo nuevo y acabamos hablando del NFT desde el NFT, por lo que cuesta mucho encontrar cosas conceptualmente válidas. Para mí el talento sigue estando en la propia obra, en su concepción y no tanto en el soporte. En algunas obras el valor solo radica en la utilización de la propia tecnología y eso no le da el marchamo de obra de arte.
El criptoarte ha venido para quedarse