Un encuentro sobre fotografía, imágenes y el impacto de lo visual en la sociedad actual

  • Arena Media reunió a los fotógrafos Ana Nance y Pedro Márnez para reflexionar sobre la imagen en una era de cambios
  • Redes sociales, inteligencia artificial y la responsabilidad de quienes crean imágenes fueron algunos temas tratados
Ana Nance y Pedro Márnez  sentados en un sillón

Los fotógrafos Ana Nance y Pedro Márnez 

La fotografía atraviesa una transformación profunda en un mundo donde las redes sociales redefinen la estética, la inteligencia artificial acelera procesos creativos y las imágenes se multiplican a una velocidad abrumadora. Sin embargo, sigue siendo un medio poderoso para contar historias y capturar emociones.

Con el objetivo de entender cómo se configura la realidad en la que vivimos y detenerse en el presente para comprender cómo hemos llegado hasta aquí, Arena Media ha lanzado In Real Life (IRL), un nuevo proyecto estratégico que se basa en la exploración “viva” de diferentes miradas sobre el impacto que la industria de la publicidad y los medios generan en la realidad de las personas.​ 
Junto con Célula Lab -un laboratorio de investigación cultural- han llevado a cabo una minuciosa indagación para tratar importantes áreas como la imagen, el espectáculo, el juego, la velocidad o las expectativas. 

Cada una de ellas nos llegará en formato reflexivo y, posteriormente, se celebrarán encuentros abiertos y colaborativos para profundizar y ampliar esas temáticas. Así, la primera reflexión titulada “La era de la imagen y la vida light” ha contado con un encuentro celebrado en Madrid, donde el periodista José Vicente Pérez moderó a dos profesionales con mucho que aportar a la temática de la imagen: la fotógrafa y artista multidisciplinar Ana Nance y el fotógrafo y director de arte Pedro Márnez, fundador del estudio Q&Cumber.

Acomodados precisamente sobre un ciclorama de fotografía y rodeados de cámaras analógicas gracias a la colaboración con Miyagi Studio, ambos ofrecieron puntos de vista complementarios sobre su esencia y su papel en un mundo saturado de pantallas, recuerdos digitales y realidades fragmentadas. Ana y Pedro reflexionaron sobre el presente y futuro de su profesión, abordando temas como la manipulación de imágenes, la ética en la era digital y la necesidad de educar a las nuevas generaciones para interpretar el torrente visual que las rodea.

La imagen como testigo de la memoria y la creación cultural

La conversación comenzó con una pregunta básica pero fundamental de José Vicente Pérez: “¿Qué es para vosotros la imagen?”

Para Ana, reconocida por su enfoque artístico y su labor como educadora, la distinción entre fotografía e imagen es fundamental y argumentó que no son términos intercambiables:“La fotografía es una captura directa de la realidad y la imagen es una construcción", en el sentido de un arte visual que puede ser mucho más elaborado y que, a menudo, no tiene conexión con el momento original y puede construirse a partir de más capas, alejándose quizá de lo que percibimos como real.

En su papel de Directora del Máster de Fotografía en el IED Madrid, Ana ha enseñado a generaciones de fotógrafos a reflexionar sobre el propósito de sus imágenes. Según explicó, la fotografía no solo es técnica, sino también algo conceptual: “Cuando capturas una fotografía, no estás solo documentando el momento. Estás interpretando el mundo a través de tu lente y tus pensamientos”. Así, durante el encuentro parafraseó a quien ha sido un referente para su carrera:

Fotografiar es colocar cabeza, ojo y corazón en un mismo eje.

Henri Cartier-Bresson

Pedro, por su parte, ofreció una visión más emocional y menos abstracta, arraigada en su experiencia en publicidad: “Para mí, una imagen siempre es un recuerdo. Ya sea algo personal, como una foto de un viaje, o algo profesional, como una campaña publicitaria, las imágenes nos conectan con emociones y momentos que queremos preservar, tienen ese poder de anclarte a un instante en el tiempo”.


Esta dualidad entre la imagen como arte construido y como herramienta emocional pone de manifiesto que dos profesionales de la fotografía pueden abordar el mismo medio desde ángulos distintos. Si bien, ambos coincidieron en un punto crucial: el impacto que las imágenes tienen sobre quienes las consumen. “La realidad en una fotografía la marca quien hace la fotografía”, sentenció Pedro, argumentándolo con el ejemplo de un reportero de guerra que puede cambiar mucho la percepción del conflicto tomando una imagen desde un punto o el otro. 

Precisamente en relación con los sesgos, la ideología y la forma de pensar o de mirar el mundo pueden llegar a afectar a una fotografía y deberían evitarse cuando se trata del encargo de un tercero: “Una de las grandes razones por las que dejé los encargos es que empecé a sentir que ya no estaba contando lo que yo pensaba sobre lo que me encargaban hacer los editores. O las marcas, mejor dicho, porque ahora el periodismo está pagado por marcas”, señaló Ana, exponiendo que para ella lo fundamental es contar su historia y punto de vista, ser respetada por la manera en la que hace su trabajo y contar lo que está viendo a través de proyectos más conceptuales. 
Pedro, en contra, se mostró satisfecho con esa parte más comercial del trabajo fotográfico con clientes, si bien hay ocasiones en las que duda de estar incitando al consumismo. Pero ya sea un producto o una obra de arte, en ambos casos los dos fotógrafos participantes en el encuentro se dedican, al fin y al cabo a vender. Ya sean coleccionistas, museos, fundaciones o marcas, todos los clientes tienen su objetivo y el hecho de contar con uno no debería suponer que esté alejado de la honestidad y la conciencia. 

El impacto de las redes sociales en la autenticidad de las imágenes

Las redes sociales fueron un tema central del coloquio, especialmente por su capacidad para ofrecer una imagen distinta de la realidad, con el peligro que esto conlleva a nivel social. Tal y como señaló Pedro, alguien con un teléfono puede manipular lo que otros perciben de su vida: “Si lo piensas, cuando nos compramos un teléfono nuevo lo primero que hacemos es descargar redes como Instagram y también alguna aplicación de edición. Así que tu propia imagen personal ya también distorsiona tu realidad”. 

Así, Pedro describió cómo las herramientas de edición en aplicaciones como Instagram pueden crear una desconexión entre lo que vivimos y lo que mostramos al mundo: “Si estás en un sitio súper nublado, con una app puedes hacer que la gente lo vea de una forma distinta”, en el sentido de que los ajustes de imagen y los filtros podrían lograr la apariencia de que en ese lugar hace sol. “No son tanto las marcas, o los profesionales, retocando o distorsionando fotografías. La gente de a pie también lo hace desde su teléfono” y están mostrando una realidad diferente a la gente que las ve.


La capacidad de distorsionar la realidad llevó la conversación hacia un tema inevitable: ¿Es la imagen un medio que afianza la realidad o uno que la manipula? Ana, siempre reflexiva, argumentó que “hay mucha realidad y hay mucha manipulación en la imagen”, por lo que está en manos de la persona que mira “tener la responsabilidad de saber la diferencia”. Si bien, también instó a los creadores y profesionales a ser honestos sobre cómo crean las imágenes: “Los profesionales tienen la responsabilidad de facilitar cierta información, y los educadores también tenemos una responsabilidad de transmitir a la sociedad la importancia de la conciencia, la moral y la ética”.

Y es que la forma en que consumimos imágenes en redes sociales nos condiciona a pensar que la vida de los demás es más perfecta de lo que realmente es. Y esto tiene implicaciones profundas para la autoestima y las relaciones sociales. “Estamos mostrando justamente lo contrario a lo que en realidad tenemos”, alertó Pedro, poniendo el ejemplo de que una persona trabajando en su oficina sin cobrar las horas extra seguramente no va a enseñar eso, sino el gran viaje que haga en otro momento. 

Sin embargo Ana también defendió su uso como herramientas para el activismo y la narración visual. Porque cuando se usan de manera consciente, las redes pueden ser plataformas poderosas para visibilizar historias importantes, especialmente en contextos de desigualdad o injusticia social.

Saturación de imágenes: ¿democratización o ruido?

El avance tecnológico ha democratizado la fotografía, permitiendo que cualquier persona con un teléfono móvil capture y edite imágenes al instante. Aunque esto ha dado lugar a una explosión de creatividad, también ha generado un ruido visual que dificulta la apreciación auténtica de las imágenes.

Pedro destacó cómo este fenómeno afecta a las generaciones más jóvenes, quienes han crecido en un entorno saturado de contenido visual: “Mi hermano de 19 años casi no sube fotos a Instagram, y si lo hace es sin preocuparse por la composición o la luz". Y es que para las nuevas generaciones lo importante no es la calidad de la imagen, sino la inmediatez por compartirla. 

En línea con el espíritu reflexivo y colaborativo que busca fomentar Arena Media con estos encuentros en torno a In Real Life, la parte final del coloquio se cerró con interesantes reflexiones del público y este punto se retomó precisamente ahí, cuando una asistente mencionó que esta tendencia podría estar dando lugar a una nueva corriente visual cercana al “feísmo” y centrada en mostrar simplemente lo que se está viendo frente a otra tendencia más caracterizada por imágenes muy preparadas y editadas: “Que lleguen nuevas estéticas o culturas de tratamiento de la imagen, a las marcas les ayuda para acercarse a sus públicos. Al final son referencias distintas que, según en qué casos, podrán aplicarse para diferentes objetivos”, apuntó Pedro. 

También de la reflexión final de una asistente surgió el comentario en torno al hecho de que las generaciones mayores parecen más impresionables ante las imágenes que los jóvenes, saturados en su caso por la cantidad de contenido visual en el entorno digital. Pedro, ampliando sobre su experiencia personal, comentó que si uno abre Instagram con la generación menor “van a estar pasando fotos. Sin embargo la generación mayor seguramente pare y haga zoom". Las generaciones más jóvenes “no se quedan ni con el contexto ni con lo que han visto. Si en el futuro se dedican a lo visual, cambiará mucho la percepción con ellos respecto a lo que hay ahora”. 

Precisamente el papel que juegan los profesionales de la fotografía en un mundo donde todos se consideran creadores visuales fue tema en la conversación. Según Ana, esta saturación también tiene un lado positivo y, aunque el ruido es innegable, la democratización de la fotografía ha permitido que más personas se expresen a través de las imágenes. El reto de los profesionales es, por tanto, destacar en medio de ese ruido con contenido que tenga profundidad y significado: “Yo creo que no hay ninguna competencia, de hecho creo que nos ha hecho muchísimo más críticos a los profesionales y rápidamente se distingue entre lo que hace una persona que se dedica a la fotografía y la que no”.

Un punto que Pedro apoyó añadiendo que hacer una fotografía no tiene nada que ver con trabajar con un cliente “que te está pidiendo unas exigencias y tiene unos plazos de entrega. Digamos que la técnica de la imagen la puede aprender cualquiera” pero para afrontar todo el proceso creativo de trabajo y gestión posterior, “hay que dedicarse a ello. Por eso no creo que haya una competencia, por lo menos yo no la siento así en mi ámbito. El cliente no se va a jugar su dinero en hacer algo si no sabe que quien lo hace tiene un bagaje previo". 

Otro punto que Ana quiso señalar respecto al hecho de que haya tanta gente trabajando en su mismo ámbito es que “te hace ver que no eres un dios creando una foto. Yo empecé en el Nueva York de los años 90 y doy las gracias porque ahora eso ya no tiene lugar”. Y aunque el ego, bien gestionado, es necesario, “los roles de los creadores hoy son más humildes. Saben trabajar mejor en equipo”, añadió.

Inteligencia artificial: herramienta, reto y dilema ético

El tema de la inteligencia artificial surgió como uno de los más complejos de abordar a día de hoy por el impacto que supone a nivel de generación de imágenes. Ana, con su experiencia en la enseñanza de la fotografía, subrayó el papel transformador de la IA: “No es solo una herramienta. La inteligencia artificial va mucho más allá y creo que va a cambiar absolutamente todo". De ahí que, según ella, resulte indiferente la etapa o generación a la que se pertenezca: “Hay que saber y aprender de todo”. 

Y es que los roles de los trabajos van a cambiar mucho:“El fotógrafo, como se entendía antes, ya no va a ser lo mismo”, señaló Ana. “Porque la inteligencia artificial está llevándolo a otro punto donde va a haber una persona importante para controlar la creatividad desde su punto de vista, pero luego habrá operadores que sean más robóticos”. 

En este sentido, Pedro puntualizó que “siempre que sale una herramienta nueva, o que te ayuda en tu trabajo, en cualquier industria hay controversia y un principio de negatividad hacia eso”. Su punto de vista es que “si sale algo nuevo de lo que tú te puedes aprovechar, aprende a utilizarlo e impleméntalo en tu trabajo”. 
No obstante, expresó una preocupación hacia la potencial banalización del proceso creativo y la dependencia excesiva de herramientas automatizadas, que podrían desplazar la visión humana del centro del proceso fotográfico. Según sus palabras, “muchos clientes podrán decir que una campaña la pueden hacer con inteligencia artificial, pero siempre van a necesitar una persona que piense, ya sea un creativo, un fotógrafo o un realizador, que sepan lo que le van a pedir a la inteligencia artificial”


Asumir que la IA puede reemplazar todo el proceso creativo, le resta sentido a la narrativa y a la intención detrás de cada imagen. De ahí que, a día de hoy, la IA no sea un atajo para evitar pensar lo que se quiere contar con una imagen. 
Tanto Ana como Pedro coincidieron en que la IA no puede reemplazar el ojo humano ni el pensamiento crítico detrás de cada imagen. Ambos subrayaron la necesidad de que los fotógrafos se adapten a este nuevo paradigma, pero sin sacrificar los valores que hacen de la fotografía un medio único de expresión y verdad.

Ambos expresaron preocupaciones éticas sobre el uso indiscriminado de la IA. Ana enfatizó la necesidad de una regulación más estricta para evitar abusos, porque la IA puede ser una herramienta poderosa, pero también peligrosa si se utiliza para manipular imágenes de manera que engañen al espectador. De ahí que se necesiten marcos legales que protejan tanto a los creadores como al público, puesto que estamos entrando en un territorio donde las imágenes pueden manipularse de formas que antes no imaginábamos.

Si quieres ver el encuentro completo, lo tienes en este vídeo:


Educación visual: clave para una ciudadanía crítica

El papel educativo de la fotografía se puso sobre la mesa en la ronda de preguntas y reflexiones de los asistentes, cuando uno de ellos planteó si esta disciplina debería incluirse como asignatura obligatoria en las escuelas.

Dado el papel fundamental que tienen las imágenes en la sociedad contemporánea, se vuelve esencial educar a las nuevas generaciones en el análisis y creación de imágenes. Ana, apasionada defensora de la educación visual, abogó por la incorporación de la fotografía en los planes escolares, no solo como técnica, sino como una forma de desarrollar el pensamiento crítico: “Aprender a mirar es muy importante", comentó. “Hay que preservar esa frescura de los niños y es importante dejarles seguir siendo libres, pero a la vez que tengan una sofisticación en su mirada y eso se trabaja con la educación”.
Además, hizo especial hincapié en que “la creatividad es algo que se puede aprender”. En este sentido señaló el modelo educativo norteamericano como vehículo para fomentar la creación; algo que en España no se hace debido al enfoque en la memorización: “El futuro de la educación debería ir hacia el camino del autor. Porque la técnica cada vez se aprende más por un tutorial de YouTube o en un taller, pero hace falta desarrollar una visión, una perspectiva individual con libertad”. 

Pedro coincidió en que las generaciones más jóvenes necesitan herramientas para comprender el impacto de las imágenes porque, hoy en día, un adolescente puede manipular una foto en cuestión de segundos y es necesario enseñarles es a pensar antes de compartir y a entender el poder que tienen las imágenes para influir en los demás: “No sé si enseñarles fotografía como tal, pero sí a interpretar que las imágenes que ven no tienen por qué ser reales al 100%”.

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También en la parte final del coloquio se planteó un dilema fundamental para esta conversación: ¿Qué papel jugará la fotografía en un mundo cada vez más dominado por el vídeo y los formatos efímeros? ¿Seguirán teniendo las fotografías ese rol de convertirse en recuerdos?

Pedro respondió con una mezcla de nostalgia y optimismo señalando que la fotografía siempre tendrá su lugar, porque siempre habrá quienes quieran recordar. Lo que cambiará será cómo la almacenamos, cómo la compartimos y cómo la valoramos. 

Ana, por su parte, subrayó el poder único de la fotografía para capturar un instante. Ese momento congelado tiene un peso emocional y, por eso, la fotografía cuenta con una gran capacidad para detener el tiempo.

Podría concluirse que la fotografía está lejos de quedar obsoleta en un mundo digital. Al contrario, sigue siendo un medio esencial para capturar, interpretar y compartir la realidad. Sin embargo, como señalaron Ana y Pedro, el futuro dependerá de la capacidad para adaptarnos, educar y crear con propósito. En palabras de Ana: "No importa cuántas herramientas tengamos, lo que realmente importa es cómo elegimos mirar el mundo”.

Esta invitación a mirar con propósito resuena en un momento en que el acto de observar se ha vuelto tan fugaz. En un mundo saturado de imágenes, quizás la clave no esté en capturar más, sino en mirar mejor.

Por aquí te dejamos la parte final del encuentro, en la que se hicieron estas reflexiones a partir de las preguntas de los asistentes:


Si prefieres escuchar el encuentro, te lo dejamos en formato Podcast: