Por poco cariño que le tengamos al 2020, como poco hay que concederle que nos ha enseñado un par de cosas, especialmente en el campo de la medicina y la tecnología, cuya intersección se ha visto tremendamente acelerada por la pandemia y la crisis del coronavirus.
En 2020 hemos sido testigos de un aumento exponencial del número de consultas telemáticas que se han realizado en los últimos meses, como consecuencia de la saturación de los servicios clínicos de los hospitales, y del temor de los propios pacientes a acudir a estos por el Covid-19. El salto cuantitativo que ha supuesto la pandemia a la hora de hablar de telemedicina no tiene precedentes. Solo en EE.UU, casi 42 millones de adultos han hecho uso de alguna forma de telemedicina en este 2020, lo que implica un crecimiento del 98,8% respecto al año anterior.
Antes tardábamos aproximadamente 10 años en desarrollar un fármaco o una vacuna
En este 2020 también hemos visto cómo a través de la aplicación de la inteligencia artificial y el machine learning, hemos sido capaces de reducir el tiempo de desarrollo de un fármaco o una vacuna.
Hasta hace no mucho, estos procesos tardaban aproximadamente 10 años en completarse, mientras que en 2020 hemos sido capaces de desarrollar una vacuna en menos de 12 meses. La aplicación de estas nuevas tecnologías en la investigación biomédica, y la consiguiente aceleración en el desarrollo de nuevas moléculas, tendrá sin duda un impacto sustancial en la reducción de la tasa de mortalidad o en el aumento de la calidad de vida de los pacientes de cáncer.
En 2020 también hemos presenciado el incremento de la velocidad de las redes con la aparición del 5G, lo que nos permitirá conectar hasta un millón de dispositivos por kilómetro cuadrado. Esto significa que se hará un uso exponencial, no solo de la telemedicina como actualmente la conocemos, sino incluso de nuevas aplicaciones tecnológicas en el sector salud como la cirugía en remoto o la monitorización continua de millones personas de sus distintas enfermedades.
Todas estas nuevas tecnologías que han ido emergiendo a lo largo de 2020 (IoT, blockchain...) nos están permitiendo pasar del "e-health" a una medicina totalmente personalizada, el "i-health". Como consecuencia de la superdigitalización en la que estamos inmersos -ya lo estábamos antes de la pandemia, pero no la habíamos adoptado- nos dirigimos hacia un entorno hiperconectado, multimedia y omnicanal.
En este contexto, el concepto de "i-health" nace junto al de "omnihealth", que es el concepto de salud ampliado, en el que, además de ocuparnos de la salud física, también hay que tener en cuenta la salud mental y la salud social, tal como lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La tecnología aplicada a la medicina capaz de humanizar la experiencia es conocida como medigilosofy
Esto está muy relacionado con el concepto salud 360º que entiende que hay dos maneras de cuidarnos. En primer lugar, la salud directa, aquella de la que la persona tiene control y puede implicarse de forma activa a través de la implementación de un estilo de vida saludable como el deporte, la nutrición, la meditación o la relajación.
Y en segundo lugar, e igual de importante, la salud indirecta, aquella que proviene de nuestro entorno más cercano, como nuestro hogar, círculo social, coyuntura política, social, económica y medioambiental.
Tanto para el "i-health" como para la "omni-health", la tecnología juega un papel fundamental. La tecnología entendida como algo invisible, al servicio del usuario, capaz de humanizar su experiencia y que lo acompaña durante todo el proceso sanitario. Esto es lo que llamamos medigilosofy.
Al mismo tiempo que la tecnología avanza y se integra en el proceso médico, cada vez están apareciendo más aplicaciones que mejoran tanto la prevención, como el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades. Por ejemplo, en Novartis, combinando inteligencia artificial, big Data y machine learning, hemos desarrollado un "health coach virtual" que ofrece consejos sobre nutrición y ejercicio físico adaptados a pacientes con cáncer de mama
Cada vez más, el entorno en el que vivimos afecta a nuestra salud a todos los niveles. Por ejemplo, durante el confinamiento han aumentado los trastornos mentales y la ansiedad, se ha producido una migración de la ciudad al campo, ha aumentado el alquiler de viviendas con terraza, luz solar y espacios verdes, con menos polución y contaminación acústica. Al igual que nuestra forma de cuidarnos cambia y se transforma, la medicina lo hace también.
Hay que tener presente que detrás de un enfermo hay no solo una persona, sino una familia o amigos que también padecen la enfermedad de forma indirecta. De hecho, si hay algo que tenemos todos en común es que somos o seremos pacientes algún día. Llegados a este punto hay que ser cuidadosos, ya que todo lo anterior no puede desencadenar en una pérdida de la humanización de la medicina. Habilidades cognitivas como la empatía, la escucha o la resiliencia, son competencias que, al menos por ahora, las máquinas no pueden desarrollar.
Nos encontramos en un mundo lleno de paradigmas en el que debemos manejar el conjuntivo (Y) vs. el disyuntivo (O). No es un tema de salud O economía, sino de salud Y economía, o de corto O largo plazo sino de corto Y largo plazo. Como conclusión, diría que en este 2021 deberíamos aprovechar las ventajas de las nuevas tecnologías en la medicina Y mantener la humanización en la atención sanitaria.