El suyo es sin duda un ejemplo de superación. Es Michelle Vandy, una arquitecta de 25 años que tras una lesión en sus brazos ha decidido hacer de su nariz una mano improvisada.
Todo comenzó cuando esta arquitecta sueca, todavía en la universidad, se animó a realizar sus primeras prácticas de verano. “Me decidí a trabajar muchas horas con la esperanza de impresionar a mi jefe”, reconoce Vandy, que nunca pudo prever las consecuencias que su desempeño traería consigo.
“Estaba tan orgullosa, trabajaba entre 10 y 15 horas al día”, comenta esta joven, que muy pronto comenzó a sentir cómo sus brazos y sus manos perdían fuerza y cedían ante calambres y hormigueos continuos.
Este repentino debilitamiento de sus extremidades le impidió continuar con su carrera en la universidad. Michelle era incapaz de dibujar. Sus manos no le seguían y sólo podía asistir a los cursos teóricos.
A caballo entre la desesperación y la resiliencia, la arquitecta se encomendó a la tecnología. Y probó todo tipo de softwares de dictado de voz, seguimiento ocular y sensores de movimiento. Hasta que, casi por casualidad, comprobó que la solución era mucho más sencilla.
Vandy colocó un ratón táctil de mayores dimensiones junto a su ordenador y deslizó la nariz para ver el resultado. Así fue como esta licenciada en Arquitectura recuperó su sonrisa y escribió parte de su tesis en un Trackpad gracias a la ayuda de su nariz.
Gracias a su tenacidad, Vandy recibió una beca para trabajar en las oficinas de Omada Health en San Francisco, donde investiga cómo reducir los riesgos que el uso de objetos cotidianos tiene para la salud de muchas personas.
Y, mientras tanto, sigue diseñando. Estos son algunos de sus trabajos.