Mariano Sigman un sábado en Matadero Madrid, o cómo Thinking Heads abre las grandes conferencias al público general

  • La consultora estrena en Madrid su primer formato de conferencias enfocadas al público general
  • El neurocientífico argentino ofreció una hora y media de aprendizajes, experiencias y reflexión

Unas 300 personas congregadas un sábado de otoño por la tarde en el auditorio Casa del Lector de Matadero Madrid para escuchar al neurocientífico Mariano Sigman.
Es lo que ha promovido la consultora Thinking Heads, especializada en el posicionamiento e influencia de líderes y organizaciones, a través de su primer formato de conferencias enfocadas al público general. Y lo ha hecho de la mano del divulgador argentino de prestigio internacional, Mariano Sigman, tras el éxito mundial de su libro “El Poder de las Palabras”.

En el aforo había grandes, pequeños, familias, parejas, grupos de amigos, españoles, argentinos y personas de diferente índole y procedencia. Todos unidos bajo el denominador común de escuchar a Sigman e interactuar con él. Y es que a través de una charla dinámica con el público, con algunos experimentos y juegos, Sigman busca siempre generar una experiencia única y enriquecedora.

Durante su intervención, de una hora y media, Mariano Sigman abordó la relación entre el lenguaje y el cerebro, explorando cómo las palabras tienen el poder de mejorar nuestras capacidades cognitivas y nuestra vida cotidiana. Porque según él, "no hay mayor fábrica de ideas que el diálogo. El intercambio de opiniones no solo transforma nuestra realidad, sino que nos permite desarrollarnos y evolucionar”. 

Thinking Heads abre una nueva línea de negocio con servicio de ideación e interacción con agentes culturales

Para esta cita, Thinking Heads ha brindado un formato de conferencia afín a una audiencia más mainstream. Este tipo de eventos, adaptados y generados para una necesidad concreta, donde la hipersegmentación es clave, forma parte del nuevo rumbo de la consultora que incorpora así un servicio de ideación y la interacción con agentes culturales a través de su nueva línea de negocio.

“Tras 20 años liderando el mercado, nuestro objetivo es completar nuestra oferta de servicios con aspectos vinculados a la ideación, los contenidos o la difusión y el impacto, generando así un ecosistema capaz de generar influencia. Un portfolio que el mercado está acogiendo positivamente, tanto empresas, como instituciones y líderes”, ha comentado Daniel Romero-Abreu, Presidente y Fundador de Thinking Heads. 

Aprendizajes en cuatro actos 

Con la “Milonga de Jacinto Chiclana”, de Jorge Luis Borges y Astor Piazzolla, como hilo conductor, Mariano Sigman dividió su intervención en lo que él llamó “cuatro actos” para transmitir la idea principal de que “las palabras tienen la capacidad de poblar nuestra imaginación”. Así, cada uno de los actos responde a un verso del citado poema. Y en todos ellos, el neurocientífico transmitió aprendizajes sencillos pero de gran relevancia para la vida de los allí asistentes. 

Alto lo veo y cabal

Sigman comenzó haciendo el primero de los experimentos de su charla, mostrando la siguiente imagen y lanzando la pregunta al público: "¿Quién es Kiki y quién es Bouba?".

De esta manera, quiso transmitir que los humanos tenemos una manera de convertir las formas en sonidos. Así, salvo un par de outsiders que levantaron la mano, la gran mayoría del público coincidió en que la forma de la izquierda sería Kiki y la de la derecha, Bouba. 

A éste le siguió el experimento de las tres caras y la  pregunta de: “¿A quién le dejarías a cargo una maleta con los recuerdos más importantes de tu vida?”. 

También hubo aquí unanimidad casi absoluta entre los asistentes. “El del medio nos transmite más confianza. El primero es buena persona, pero quizá algo boludo. Y el tercero quizá no quiera devolverte la maleta”, bromeaba Sigman para anticipar un aprendizaje de los tantos que dejó durante su charla: “Esto nos pasa también con nosotros mismos. Nos vamos creando nuestra propia narrativa de estereotipos, describiéndonos una realidad que nos va poniendo límites”. 

Mariano Sigman retó al público a elegir un contrincante desconocido para echar un pulso chino, pero con los ojos cerrados

Para tratar de romperlos, y también para poner a trabajar el sentido de la propiocepción -que nos permite percibir la ubicación, el movimiento y la acción de las partes del cuerpo, abarcando un conjunto de sensaciones como la percepción de la posición de las articulaciones y su movimiento, la fuerza muscular, y el esfuerzo- Mariano Sigman retó al público a elegir un contrincante desconocido para echar un pulso chino, pero con los ojos cerrados

Tras unos segundos de risas y diversión inesperada, el divulgador fue contundente al definir el resultado de la experiencia: “Lo bonito es que encuentras cosas que pensabas no encontrar”. Y recalcó así que, normalmente, “nos perdemos oportunidades. Juzgamos a la gente muy rápido, la intuición a veces nos falla. Nos pierde la competencia y nos frena el prejuicio. Sacamos conclusiones muy precipitadas en las que confiamos ciegamente”. 

Con el alma comedida

Bajo la premisa de que la conversación es la última aspiración humana, Sigman centró esta parte de su charla en recordar lo que tradicionalmente ha representado este arte: "En una conversación las personas se encuentran para concluir ideas. Y la opinión tras hablar con alguien es mejor que antes de haber hablado”. Así, en el espacio de las ideas, se produce un trueque y “uno puede ver la realidad a través de los ojos de los demás”. 

 

 

Salió en este punto de la conferencia el nombre de Michel Eyquem de Montaigne, un filósofo, escritor, humanista y moralista francés del Renacimiento, autor de los Ensayos y creador del género literario conocido en la Edad Moderna como ensayo. Ha sido calificado como el más clásico de los modernos y el más moderno de los clásicos. y Sigman quiso referenciarlo para recordarnos que ensayo viene del francés essay, que significa “intentar”. 
Y así, animó a los asistentes a intentarlo, a conversar para descubrirse y descubrir con otras personas desconocidas quiénes son. A través de su recopilatorio con “99 preguntas para descubrir quién eres” que se repartió entre el público, Sigman introdujo el ejercicio de reflexionar en grupo sobre cuestiones bastante introspectivas como las que siguen:

  • ¿En qué cosas eres demasiado indulgente y en cuáles demasiado duro contigo mismo?
  • Comparte alguna mentira que hayas dicho en tu niñez
  • ¿Hay algo que te gustaría mucho aprender? ¿Qué te impide aprenderlo?
  • ¿Cuál fue tu primera experiencia con la muerte?
  • ¿Cuáles piensas que son los puntos de inflexión más importantes de tu vida?

Capaz de no alzar la voz

Llegados al ecuador de la ponencia de Mariano Sigman, el neurocientífico recalcó que entender el para qué de una conversación “es clave para no discutir innecesariamente”.  Guardar silencio en las conversaciones, dijo, “es un gesto de amor esencial”. 

Pero llegar a esto depende de la capacidad mental que cada uno tenga de controlar sus propias narrativas. “Basta con que nos digan que no pensemos en un elefante rosa para que no podamos pensar en otra cosa”. Esto es lo que Sigman define como la pranoia, algo que se refleja también en el miedo, los celos… “No hay manera de decir que no quiero pensar en algo sin que ocurra que pensemos en ello”. Y también sucede en positivo, por lo que invitó al público a ser algo más indulgente cuando llegan a nuestra mente pensamientos del tipo “tranquilo”, “sé feliz” o “pásalo bien”, porque al fin y al cabo, esto son imperativos como el de no pensar en un elefante rosa. 

Y con el ejemplo de la montaña rusa como trasfondo, Sigman la definió como “ese lugar en el que uno convierte el miedo en el placer” para animar a los asistentes a resignificar las emociones.

Y de jugarse la vida

Dopamina, motivación e incertidumbre. 
Estas tres palabras son, para Mariano Sigman, la clave de las pulsiones humanas. Y es que “la incertidumbre es lo que verdaderamente nos pone en movimiento para descubrir cómo termina algo”. Es una suerte de vínculo entre el yo del presente y el yo del futuro. “Activamos la dopamina solo con saber que algo bueno va a llegar en el futuro” y, por ello, la molécula de la dopamina está en la esencia de que tengamos estas pulsiones. 

Así, constantemente, el yo del presente firma contratos con el yo del futuro, “pero somos poco empáticos con ese yo del futuro”, alertó Sigman. Y de aquí salió otra de las grandes lecciones para concluir la tarde: “Cuando podemos darle significado al recorrido, somos más empáticos con ese yo del futuro”.