La exploración espacial ya no es una carrera geopolítica entre bloques que enviaban astronautas para clavar su bandera más allá de la Tierra. Un desafío entre capitalismo y comunismo, dos modelos capitaneados por Estados Unidos y la URSS, que terminó resolviéndose en favor del primero con la disolución del segundo.
Ahora, los players que participan en la exploración espacial han cambiado. Los Estados han cedido protagonismo al sector privado, que ha visto en la exploración espacial múltiples oportunidades de negocio, que van desde el transporte de pasajeros en misiones comerciales hasta la extracción de recursos naturales en otros planetas.
Las empresas privadas ya suponen el 80% de la industria espacial
Y es que la ciencia sigue siendo una motivación importante, sobre todo en las iniciativas públicas, pero la explotación económica se ha convertido en un factor importante en los proyectos de las empresas privadas, que ya representan el 80% de la industria espacial global. Un negocio valorado en 424.000 millones de dólares, según Loizos Heracleous, Profesor de la Warwick Business School, la figura académica que más referencias tiene publicadas sobre la explotación comercial del espacio.
En este sentido, se busca generar un entorno competitivo en el que la suma de cada vez más actores permita rebajar los costes de los proyectos, porque la industria espacial podría crecer 1 billón de dólares en la próxima década, según Ron Epstein, analista aeroespacial de Bank of America Merrill Lynch. Previsión similar a la que apuntan desde el banco de inversión UBS. Datos que hablan de una industria real y concreta y no un ejercicio de visionarios, como era calificado en épocas anteriores.
La mejor muestra de su importancia son los nombres propios que están detrás de algunas compañías líderes. Jeff Bezos es Fundador de Blue Origin, empresa de transporte aeroespacial a la que dedicará parte de sus esfuerzos tras ceder su cargo de CEO en Amazon; Elon Musk es el Fundador de SpaceX, especializada en cohetes reutilizables; y Richard Branson fundó dentro de Virgin en 2004 una empresa llamada Virgin Galactic, pionera a la hora de plantear el turismo espacial como alternativa.
Los multimillonarios buscan a través de esta industria conquistar un nuevo liderazgo
Aunque no solo los grandes players se han lanzado a la conquista espacial. En este desafío también compiten start-ups que buscan hacerse con una porción de un pastel apetitoso para el que no hay recetas mágicas y sí muchas pruebas y ensayos. Los test fallidos son parte del día a día de las compañías, que necesitan afinar al máximo en una aventura espacial que conlleva elevados riesgos, tanto económicos como personales. Pero insuficientes para frenar la iniciativa de algunos de los empresarios más importantes de nuestro tiempo, que buscan a través de la industria conocida como New Space llevar su liderazgo de la tierra al cielo.
Blue Origin, SpaceX y Virgin Galactic, una disputa multimillonaria
“Nunca he tenido más energía y no se trata de jubilarme”, dijo Jeff Bezos tras anunciar en febrero que daba un paso al lado en Amazon para dedicarse a otros proyectos. Una nueva vida que tiene en el centro a Blue Origin, compañía que fundó en el año 2000 para colmar una aspiración juvenil. Y es que el Bezos de 18 años soñaba con construir hoteles, parques de atracciones y residencias en el espacio exterior donde, según sus previsiones, vivirían hasta 3 millones de personas.
Para Blue Origin, el ritmo debe ser "lento, porque lento es suave y suave es rápido"
Esta civilización imaginada por Bezos está aún lejos de convertirse en realidad, pero Blue Origin trabaja para ello. El propósito declarado por la compañía es el siguiente: “Estamos enfocados en desarrollar infraestructuras para vuelos espaciales tripulados. Pero queremos hacerlo con productos reutilizables que reduzcan los costes de acceso. Estamos construyendo un camino para que, a su vez, nuestros hijos puedan construir su futuro”. Y para para conseguir esta misión, la compañía cree que el ritmo debe ser “lento, porque lento es suave, y suave es rápido. No estamos en una carrera, esto es un propósito humano”.
Con esta particular consideración temporal, Blue Origin ha completado ya 14 misiones no tripuladas hasta más de 100 km de altura y tiene como objetivo transportar a los primeros pasajeros en su vehículo espacial New Shepard durante este año, según han declarado fuentes de la empresa a la CNBC. El New Shepard es el proyecto central de la compañía, al que se sumará el New Glenn en 2022. Una fecha que ha sido actualizada después de que la Fuerza Espacial de Estados Unidos haya descartado este proyecto para su Contratación de Servicios de Lanzamiento en detrimento de las propuestas de United Launch Alliance y SpaceX, la compañía de fabricación aeroespacial fundada por Elon Musk en 2002.
Y es que Blue Origin y SpaceX son semejantes en el propósito de realizar vuelos tripulados con cohetes reutilizables, pero su desarrollo ha sido diferente. Mientras que Blue Origin ha sido una idea en la que Bezos ha invertido parte del capital que ha generado con el éxito de Amazon, SpaceX ha sido durante años la cuenta positiva de Elon Musk mientras Tesla no dejaba de encajar trimestres negativos. El empresario sudafricano fundó SpaceX tras la venta de PayPal a eBay en 2002 por 1.500 millones de dólares.
"Al inicio de SpaceX no dejé que mis amigos invirtieran, pensaba que era tirar el dinero"
“Al principio de SpaceX no dejé que mis amigos invirtieran, porque pensaba que era tirar el dinero. Prefería perder el mío”, explicó en 2018 en una rueda de prensa. Este sentimiento de arenas movedizas es consustancial a la propia industria espacial, donde los plazos cambian de un día para otro. Un terreno en el que, sin embargo, se mueve con soltura Musk, acostumbrado a cambiar de objetivos sobre la marcha.
El primer cohete de SpaceX, el Falcon 1, no alcanzó la órbita terrestre hasta la cuarta tentativa. Pero cuando lo hizo se convirtió en el primer cohete privado que completó esta maniobra. Aunque el hito no fue suficiente para atraer la liquidez que necesitaba el proyecto. Entonces apareció la NASA con un contrato de 1.600 millones de dólares para transportar suministros a la Estación Espacial Internacional (ISS), lo que dio oxígeno a la compañía de Musk.
En 2010, SpaceX se convirtió en la primera compañía privada en lanzar, poner en órbita y recuperar con éxito una de sus naves, el Dragon 1. Años más tarde llegó el Falcon 9 reutlizado, el primer cohete orbital de la historia en lograr un aterrizaje vertical con éxito. Y así la compañía de Elon Musk fue ganando crédito en la industria espacial hasta convertirse en suministradora de la ISS. Los cohetes reutilizables de SpaceX también han puesto en órbita satélites GPS y militares de distintas agencias.
Ahora SpaceX tiene el reto de llevar a cabo el Proyecto dearMoon, la primera misión de turismo lunar. Pero aquí la financiación corre por cuenta de Yusaku Maezawa, multimillonario japonés que ha transformado la idea que surgió en el seno de SpaceX en 2018 en una iniciativa personal. Maezawa compró todos los billetes de un viaje turístico pionero promovido en primera instancia por la compañía de Musk. Y el empresario busca ahora a las ocho personas que le acompañarán en una misión planificada para 2023 y que tendrá una duración de una semana.
La primera frase de preinscripción acaba de terminar. Los candidatos tendrán que pasar varios filtros que serán controlados por el propio mecenas de dearMoon, quien lanzó solo dos requisitos para la primera fase de captación: “Las personas que me acompañen tienen que haber hecho algo que haya mejorado nuestra sociedad. Y tienen que comprometerse a respetar y aprender de los otros miembros de la tripulación”. Los elegidos se darán a conocer en mayo de este año.
Si los plazos de dearMoon se cumplen, SpaceX y Maezawa habrán adelantado en la carrera de los vuelos comerciales al espacio a Virgin Galactic, la compañía fundada en 2004 por el también multimillonario Richard Branson, dueño de Virgin, en la que se integró esta división aeroespacial. Virgin Galactic fue la primera en poner sobre la mesa el turismo espacial como una vía de negocio. Pero todavía no ha sido capaz de desarrollar un modelo estable y tras la presentación de los resultados de 2020, año en el que perdió 273 millones, volvió anunciar un nuevo retraso en sus planes.
Virgin Galactic ha vuelto a retrasar su primer vuelo comercial, planificado ahora para 2022
Habrá que esperar como mínimo hasta 2022 para ver el despegue de un vuelo comercial de Virgin Galactic porque un fallo en el motor de ignición en la última prueba del 2020 obligó a la compañía a ampliar sus plazos. Ya en 2018, la compañía de Richard Branson llevó a cabo con éxito un vuelo espacial tripulado con la nave SpaceShipTwo justo por encima de la Línea Karman (100 km sobre el nivel del mar), el límite entre la atmósfera y el espacio exterior y a partir de la que se dan por válidas estas pruebas.
Fue el relanzamiento mediático de una firma que quedó tocada después del accidente mortal en otra prueba que tuvo lugar en octubre de 2014. La nave se estrelló en el desierto de Mojave y en el siniestro falleció el copiloto de la misión.
Como ocurre con SpaceX y Blue Origin, el soporte de Virgin Galactic sigue estando en los grandes contratos del sector público. De hecho, las tres van a hacer un frente común con la NASA para competir con la ofensiva de China, que planea llevar a cabo en 2021 unos 40 lanzamiento orbitales. Un enfrentamiento que rememora viejos ecos de la carrera espacial entre la URSS y Estados Unidos, pero que tiene objetivos distintos porque las grandes potencias no buscan poner su bandera antes que el resto; ahora tienen metas como la extracción de minerales y la búsqueda de nuevas fuentes de recursos en otros planetas.
El propio Gobierno estadounidense aprobó en 2015 una ley que concede a sus ciudadanos derechos de propiedad de los minerales que se extraen del espacio, algunos de importancia estratégica como las tierras raras que podría haber en la Luna y que se utilizan para fabricar baterías y todo tipo de dispositivos electrónicos. Esta es la actividad en la que se desarrolla Planetary Resources, una compañía de minería de asteroides que tiene a Larry Page, Cofundador de Google, como uno de sus principales inversores. Otro ejemplo de participación de una fortuna hecha en la industria tecnológica, pero desde la parte económica y no ejecutiva.
Así, la misión de Planetary Resources es expandir la base de recursos naturales de la Tierra. Los “mineros” son en esta compañía una cadena de dispositivos. Los primeros de ellos, telescopios en órbita baja que se dedican a descubrir asteroides cercanos a nuestro planeta. Después, unas sondas estudian la composición al detalle de estos cuerpos rocosos. Por último, se procede a la extracción con recursos robotizados.
Más allá de los grandes actores: viajes en globo, satélites y hoteles
Pero la industria New Space no es solo un juego de grandes actores. En España, por ejemplo, se llevan a cabo varios proyectos con motivaciones distintas. Uno de ellos es Zero 2 Infinity, una empresa de transporte espacial que desarrolla grandes globos que elevan hasta el borde del espacio, “por ahora cargas y en un futuro a personas”, según comenta a Reason Why su fundador, José Mariano López-Urdiales, ingeniero aeronáutico que lleva toda la vida en el espacio exterior. Lo segundo, en sentido figurado, lo primero, literal, ya que es hijo de astrónomo.
Cuando tu padre te lleva a Cabo Cañaveral a presenciar el despegue de cohetes, es más fácil que nazcan proyectos como Zero 2 Infinity, que desde su sede en Barcelona ha desarrollado una serie de patentes de globos tripulados que pueden sobrevolar el espacio aéreo. “Cuando fundé la empresa en 2009 se hablaba de que la industria aeroespacial tenía un grado de excelencia, cuando lo que realmente sucedía era que existía un alto grado de complacencia. Desde entonces se ha progresado y estamos en una fase muy interesante en la que las protagonistas son las mejores ideas sin importar el tamaño de quien las tenga. Una fase que llega después de superar los momentos de protagonismo de las superpotencias y de las grades fortunas", defiende.
Zero 2 Infinity ofrece vuelos en globo a 36 kilómetros de altura por 110.000 euros
En Zero 2 Infinity tienen tres ejes de negocio. El primero y más importante es Elevate que, como su nombre indica, se basa en la elevación de dispositivos, principlmente con fines de exploración. El segundo se llama Bloostar y pone en órbita satélites. Por último, Bloon, la apuesta turística que la compañía define así en su web: “Cómodamente sentado en un ambiente agradable, podrás volar a una altitud de 36 kilómetros para disfrutar de una vista espectacular de nuestro planeta”. Este viaje cuesta 110.000 euros y tiene una duración de cinco horas y media. Una experiencia diferente en todos los sentidos a la que vivió Dennis Tito en 2001, quien se convirtió en el primer turista espacial de la historia tras pagar 20 millones de dólares que le permitieron pasar una semana en la ISS.
“El turismo espacial tal y como lo proponemos en Zero 2 Infinity no es un concepto nuevo. Hace más de 100 años ya se hacían viajes similares en globo pero nunca se ha apostado de modo decidido”, defiende el Fundador de Zero 2 Infinity.
Por otro lado, en Elche tiene su sede PLD Space, una empresa con un propósito similar al de Blue Origin o SpaceX. Se encarga del desarrollo de cohetes reutilizables. Actualmente está trabajando en dos lanzadores, el suborbital Miura 1 y el orbital Miura 5 y su previsión es la de lanzar al espacio un cohete en 2024 para convertirse en la primera empresa española en poner un satélite en órbita. Si se cumplen las previsiones será, además, la pionera en Europa en llevar a la atmósfera aparatos de entre 1 y 500 kilos.
En su década de existencia, PLD Space ha conseguido captar 18 millones de euros en diferentes rondas de financiación. Y, tal y como sucede con sus competidoras, después del transporte de objetos vendrá el de personas. Una explotación comercial para la que ya hay clientes interesados. Pero esta aplicación será consecuencia del éxito del negocio de lanzamiento de satélites, un servicio que, según la consultora Bryce, generará una facturación de 10.000 millones en 2028. Además, los satélites ya representan actualmente el 74% de la economía del espacio.
En la mayoría de estos proyectos conviven la iniciativa privada y el apoyo público. En otros se ha producido un trasvase de fuerzas. Es el caso de Axiom Space, una empresa cofundada en 2016 por Michael Sufreddini, antiguo director de la Estación Espacial Internacional de la NASA, que está trabajando en el lanzamiento de la primera estación espacial privada de vuelo libre disponible a nivel internacional.
Una zona espacial que albergará, según sus planes, un auténtico alojamiento de lujo. El proyecto, que ya tiene la aprobación de la NASA, se denominará AxStation y tiene un coste de 2.000 millones de dólares. Primero se acoplará un módulo pensado para la tripulación de la ISS y después se crearán otros módulos en los que habrá un laboratorio y un observatorio panorámico.
El módulo dedicado a la tripulación se convertirá en un futuro en un alojamiento de lujo para los turistas espaciales. Su interior se ha dado a conocer con un render que lleva la firma del diseñador Philippe Starck y en el que se ven paredes y muebles acolchados. Se ofrece una estancia cerrada de 10 días, cuyo precio rondará los 55 millones de dólares (46 millones de euros al cambio actual). A lo que hay que sumarle las 15 semanas de entrenamiento para poder realizar este viaje.
Siguiendo esta filosofía y propuesta, The Gateway Foundation ha lanzado un concepto al que ha denominado Voyager Station, otro aspirante a ser el primer hotel espacial. Según los datos publicados por la compañía, las instalaciones tendrán 50.000 metros cuadrados en los que habrá habitaciones de diferentes niveles, restaurantes, bares o gimnasios. La encargada de construir la Voyager Station será la Orbital Assembly Corporation, que se autodefine como “la primera empresa de construcción espacial a gran escala del mundo”.
Este proyecto espacial, con forma de anillo giratorio, tendrá una gravedad interna equivalente a una sexta parte de la terrestre. La idea inicial de los promotores era inaugurar este proyecto en 2025, un deadline que ha sido ampliado hasta 2027. Aunque los plazos en todos estos proyectos son, en muchas ocasiones, un reclamo comercial o una declaración de intenciones.
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“Cualquier fecha que se fije para iniciativas así no es realista. Muchas veces dicen: “a tal proyecto aún le faltan tres años”. Yo me pregunto: ¿qué variables usan para calcularlo? Para uno de esta envergadura haría falta un apoyo inicial de entre 5.000 y 6.000 millones antes de ver un solo euro de retorno. Parece complicado”, concluye José Mariano López-Urdiales, en la paradoja de poner los pies en la tierra a una industria que, como ambiciona Blue Origin, seguirá creciendo “lento, pero suave”, ya que tal y como concluye el CEO de Zero 2 Infinity, "todos los informes y estudios indican que crecerá. Todos, sin excepción, así que la tendencia es firme".