En un momento de mi vida, siendo supervisor de una multinacional de transporte, con estabilidad financiera y un trabajo cómodo, se me ocurre a raíz de un viaje a Estados Unidos abandonar todo ese mundo y lanzarme a la aventura de la última milla orientada al food delivery. Estamos hablando del año 2014 y por aquel entonces empresas como Just Eat eran aún un susurro en España y otras como Glovo o Uber aquí todavía no tenían presencia.
Fiel a la idea que tenía en mente y buscando un apoyo en el que ahora es nuestro jefe de operaciones, se nos ocurrió empezar a dar servicio de reparto a varios restaurantes de la ciudad. Por aquel momento, a la hora de comenzar, en ningún caso se nos pasaron por la cabeza temas actuales como la Ley Rider, el autónomo... Simplemente llevamos a cabo la idea que teníamos y decidimos contratar personal para hacerlo. Eran tiempos en los que nadie (ni el hostelero, ni el cliente) daban valor a la figura del repartidor. Así que comenzamos trabajando con precios ridículos que prácticamente era imposible hacer rentables, pero poco a poco -y de la mano de alguna plataforma que desde el principio apostó por nosotros- conseguimos crecer y escalar a nivel nacional hasta estar donde hoy estamos.
La figura del repartidor de comida y todos los modelos laborales llevan conviviendo ya mucho tiempo
Permitidme esta introducción, porque lo que quiero decir es que el foco en la figura del repartidor, independientemente de la empresa para la que trabaje o su modelo laboral, es algo nuevo de los últimos años. Pero la figura del repartidor de comida, y todos los modelos laborales llevan conviviendo (aunque a menor nivel) ya mucho tiempo. Todo el mundo me pregunta si estoy a favor o en contra de la Ley Rider, y siempre respondo lo mismo: no estoy a favor ni en contra, cada uno de los modelos tiene sus ventajas y sus desventajas; pero si es cierto que, obviando los extremismos en cada caso, cierta regulación será bien recibida para evitar ilegalidades que sí deberíamos controlar. Pero como siempre, vivimos en una sociedad de contrastes en la que normalmente es todo o nada y al final tenemos que adaptarnos a los que legislan y regulan nuestras vidas y nuestra economía.
¿Qué va a pasar ahora?
Evidentemente estamos en un periodo un poco caótico donde todos intentan tomar posiciones, en un mercado en el que se están invirtiendo cantidades enormes de dinero y que está en plena ebullición.
Siguen surgiendo ramas, como el quick commerce, que entra con fuerza desde varias empresas con grandes rondas de financiación. Y se empiezan a ver las primeras concentraciones empresariales que, desde mi punto de vista, es hacia donde se dirigirá el mercado. Tanto los grandes players tomarán posiciones y se unirán entre sí (tenemos ejemplos como Getir y Block, Gopuff y Dija) o bien los players más grandes adquieren compañías más pequeñas (el ejemplo más reciente es Glovo con Lola Market y Mercadão) para asentarse.
Creo que es una tendencia que continuará en los próximos años y se dará tanto en los grandes players como en las empresas de última milla, que se unirán para abarcar más servicios mientras seguimos en los años de crecimiento exponencial del delivery, e-commerce, etc. Todo esto unido a la regulación de la llamada Ley Rider, que no va a dejar de ser un hecho aislado, sino que se convertirá en tendencia internacional y que irá haciendo que el mercado vaya cambiando y unificándose a nivel internacional.
Va a haber una profesionalización del driver en la última milla, que repercutirá en mejores servicios y de más calidad
Esto lo que supondrá es una profesionalización del driver en esta parte de la última milla, que repercutirá en mejores servicios y de más calidad y muy probablemente en aumentos de los precios de delivery que son necesarios para poder tener a personal profesional, cualificado y formado ejerciendo una profesión de manera continua. Aunque es cierto que es un mercado en el que también tienen cabida personas que buscan trabajos alternativos o complementarios, tanto a su otra vida laboral como a sus estudios, y en este sector pueden encontrar esa flexibilidad que a veces necesitan en su vida laboral.
En otros sectores de la última milla ya tenemos esta profesionalización de los conductores o drivers, llevamos muchos años con conductores profesionales en las empresas tradicionales de courier trabajando de manera continua muchos años. Por eso debemos tener claro que el boom de los últimos meses -y los que quedan- se centra sobre todo en esta nueva rama de la última milla que viene a cubrir un hueco en una nueva necesidad existente en el mercado y para los consumidores, que es la necesidad de, en determinados servicios, tener esa inmediatez que nos ayude en el día a día en esta vida loca que tenemos y que necesitamos para coordinar todos los ámbitos de nuestra vida personal y profesional.
Por esto, la Ley Rider es un punto de partida para regular esta última milla express, pero no será el final, sino que aún nos queda un camino para que las empresas de última milla, unidas a la sostenibilidad -que es un concepto imparable también- vengan a copar un hueco en las necesidades de los clientes y a complementar a empresas tradicionales o realizar nuevos servicios de valor añadido que no existían hace unos años.
Cada vez las decisiones sobre última milla tienen más peso para las empresas y, como me gusta decir a mí, ahora la última milla se ha convertido en el primer paso.