Mi último día en Coca-Cola fue el pasado 31 de agosto de 2018. Una empresa en la que he trabajado durante los 36 años de mi carrera profesional. Cuatro días después acudí a Londres, donde mi compañero (Presidente y CEO) James Quincey me había citado para cenar en un espectacular resaturante japonés.
Antes de salir para el lugar de la cita, en mi habitación del hotel, escribí unas notas sobre algunas cosas que había aprendido en estos años, las cuales compartí esa misma noche con él. Estas reflexiones, de carácter personal, las comparto hoy con vosotros con motivo de mi retiro. Puede que estas pinceladas vitales tengan más utilidad para vosotros que un “autobombante” relato profesional.
La vida consiste en aprender a saber desprenderse de las cosas
Mucha gente es promocionada, pero continúa pensando y actuando como si siguiera en su puesto anterior. Saber confiar en nuestro sucesor y mirar hacia adelante, desde las nuevas responsabilidades, es fundamental. Como también lo es decidir cuándo y cómo uno ha de retirarse, dejando la compañía y las marcas que uno ama en las manos de otros.
Todos estamos condenados a ser olvidados
Cuando trabajaba en Coca-Cola Tailandia (1992-95) conocí a un anciano ejecutivo de Coca-Cola, ya retirado, que de cuando en cuando venía a visitarnos. Me contaba historias de cómo el negocio se había creado en el sureste y oeste de Asia. Su nombre era Win Mumby, uno de los pioneros, hijo de misionero, con dominio del Urdú, tutor de los hijos de uno de los reyes del Himalaya y el único hombre blanco -hasta entonces- distinguido con la “Orden del Elefante Blanco” del reino de Tailandia (1986).
Llegó a ser Vicepresidente para Asia y falleció en 1998. Una década mas tarde, en un viaje que realicé a Tailandia, pregunté a alguno de nuestros ejecutivos si habían oído hablar de él. No solo jamás habían escuchado su nombre, sino que tampoco demostraron ningún interés en saber quién fue. Triste.
Cuando morimos, nuestro “hardware” (el cuerpo) acaba como nutriente de plantas y nuestro “software” (ideas y actos) termina como nutriente de nuestras empresas. Resumiendo: conviene aceptar el hecho de que todos acabaremos convertidos en “eso”…
Win Mumby, Vicepresidente de Coca-Cola para Asia
No debemos ignorar el poder de la amabilidad y el apoyo
Es sorprendente la de veces que causamos una indeleble impresión en los demás (negativa o positiva) sin ser conscientes de ello. En 2017 asistía a una conferencia que Muhtar Kent (Presidente de Coca-Cola) impartía en Nueva York, justo tras nombrar a James Quincey su sucesor como CEO. Al final de la misma, un analista (o periodista, ya no recuerdo) le preguntó lo siguiente: “¿Me podría decir de qué es de lo que más se arrepiente en todo este tiempo como CEO?”.
Muhtar meditó durante unos instantes y finalmente respondió: “Me arrepiento de no haberme traído a Marcos a Atlanta dos años antes de lo que lo hice”. A mí no me suelen afectar mucho los halagos ni las críticas, pero debo confesar que, esta vez, me tocó profundamente. Y confieso que aún siento esa sensación cuando lo recuerdo. Nada le comenté a Muhtar entonces, y creo que él todavía ignora el impacto que su comentario causó en mí.
La integridad, incluso aunque nos lleve a la desobediencia, es la mejor consejera que podemos tener
A lo largo de nuestra vida profesional, a la hora de tomar decisiones, estamos expuestos a muchas presiones por múltiples flancos. En esos momentos es crucial pensar en cuál será la mejor decisión para el negocio y/o la marca afectada, independientemente de todas esas presiones. Siempre que me he visto en esa situación, me he hecho la misma pregunta: “Si el negocio (o la marca) pudieran hablar ¿qué me pedirían que hiciera?”.
Es un ejercicio muy saludable y siempre me ha dado las fuerzas suficientes para enfrentarme a las dichas presiones. Al final uno ha de ser responsable de sus propios errores y no de los de los demás… Y la integridad, al menos, siempre nos asegura la paz interior, sea cual fuere el resultado que se obtenga.
Nunca esperes demasiado para demostrar tu gratitud
La vida pasa velozmente y nuestros logros, a fin de cuentas, son el resultado de lo que otros nos han ayudado/empujado a aprender, y de lo que otros nos han ayudado/empujado a hacer. Nada pasa por accidente, excepto los accidentes. Por ello, demostremos nuestro agradecimiento a los demás, antes de que algún accidente haga que ya sea demasiado tarde para ello.