Internet ha cambiado la vida de los consumidores. Los distintos dispositivos o el Big Data han influenciado notablemente el día a día de las personas. Pero todo apunta a que esto es sólo el principio.
Hoy las máquinas pueden entender y procesar muchas más variables y de una forma mucho más eficaz de lo que podría hacerlo cualquier ser humano. Pero el futuro pasa porque estas máquinas estén interconectadas y controlen no sólo sus propias funciones, sino también las de otros dispositivos.
Y es que una realidad así, no está tan lejos de lo que parece. Las lavadoras que autogestionan sus dosis de detergente y se programan desde un smartphone o las aplicaciones móviles que permiten cambiar los canales de la televisón con sólo un click son tan sólo unos de los avances que ya se están dando...
David del Val, CEO de Telefónica I+D, ha asegurado que "las tecnologías de la información y las comunidades están revolucionando la forma en la que se construyen los productos". De hecho, según ha explicado, cuando les añadimos microprocesadores, almacenamiento, sensores y comunicación, se convierten en objetos conectados inteligentes que ofrecen nueva funcionalidad, mejor fiabilidad y capacidades que van más allá de los límites tradicionales de los productos.
"La era del Internet de las cosas está aterrizando en este momento". Pero ¿qué es un objeto conectado? Todos ellos se basan de un producto físico, de conectividad y de inteligencia aplicada al objeto.
El internet de las cosas
En este aspecto los sensores cobran protagonismo. Con un precio "increíblemente" bajo se están haciendo un hueco en el mercado y "todo apunta a que van a dominar el mercado". Estos sensores son capaces de detectar el cáncer en los seres humanos y diferenciar entre pastillas analizando su composición entre otras cosas.
Sin embargo, lo importante es el aspecto de la conectividad. "Una lavadora ya no es sólo una lavadora, sino las funcionalidades que tienen fuera de sí mismos", ha explicado del Val. Y es que todo producto puede acabar siendo digitalizado. Hasta el mango de una puerta...
Las posibilidades para el marketing son ilimitadas. Un objeto conectado es un sensor que te permite saber para qué sirven esos productos, cómo se usan o cuánto duran. Datos que permitirán a las empresas adaptar sus estrategias y que sólo se sabían antes mediante encuestas.
Además, sirve de nexo de unión con los clientes. El mismo producto se convierte en un punto de comunicación entre la empresa y el consumidor. Se trata de una revolución para el comercio electrónico. "Ahora podemos ir más allá que pedir simplemente una pizza por el smartphone. En muchos casos, dándole a un botón vas a tener en cuestión de segundos lo que quieres. Y todo, sin tener que sacar el móvil".
El b-support, mantenimiento preventivo, también tiene cabida gracias a la revolución del internet de las cosas. "Los objetos se van a convertir en elementos de comunicación y si lo llevas al extremo, las botellas de leche llevarán un botón para que, cuando se acaben, se añadan a la lista de la compra".
Del Val ha previsto que esta revolución afectará a todos los ambitos del tiempo de vida del producto: desde su creación hasta llegar a las manos del cliente. "Va a llegar un momento en que la información en tiempo real optimice los pasos de fabricación y distribución".
Para crear objetos conectados es importante abaratar el precio de todos los componentes, aumentar el tiempo de vida de la batería y conseguir que la conectividad sea universal y trivial a la hora de establecerla. Por ello, en Telefónica están tratando de democratizar el Internet de las cosas.
Y es que esta naturaleza cambiante "obliga a las empresas a repensar casi cualquier aspecto de su forma de hacer las cosas. Los objetos conectados cambian su ser. La razón es que se vuelven más inteligentes", ha concluido.