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El ser humano vive inmerso en la revolución digital, un proceso transformador que supera en límites y formas a otros episodios vividos como la revolución industrial, porque más allá de un cambio en el modelo productivo supone una disrupción en las relaciones personales, en el equilibrio estratégico de los bloques políticos, además de una poderosa herramienta para solucionar y mitigar problemas como la pandemia de la que el planeta aún no ha conseguido salir. Pero la digitalización también conlleva riesgos como la brecha cada vez mayor que puede abrirse entre clases y países o el uso perverso que pueden hacer ciertas corporaciones y líderes de las nuevas tecnologías para aumentar el control sobre la población.
"Humanismo en la era digital", organizado en el marco del MWC, ha analizado los retos de la digitalización
Sobre todas estas líneas cruzadas han debatido los participantes en el encuentro “Humanismo en la era digital”, organizado en el contexto del Mobile World Congress por Digital Future Society, iniciativa de la Vicepresidencia Segunda y del ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital de España y de Mobile World Capital. Un evento en el que se han analizado las múltiples oportunidades que ofrece la tecnología, así como las disrupciones que conlleva y que deben afrontarse desde una perspectiva ética y humanista para solucionar los desafíos de llamada emergencia digital.
“Humanismo en la era digital” se ha articulado en dos grandes bloques, uno pivotando desde una perspectiva filosófica y el segundo construido sobre la visión que tienen algunos de los líderes de las principales empresas tecnológicas. En la parte inicial han debatido Juan Luis Arsuaga, Catedrático de Paleontología en la Universidad Complutense de Madrid y Codirector de las excavaciones de Atapuerca; y Yuval Noah Harari, historiador, filósofo y autor de varios best-seller que lo convierten en uno de los intelectuales más influyentes en la actualidad.
Cyborgs y superhumanos, una aspiración secular
Una de las cuestiones abordadas ha sido la manipulación genética y si la tecnología afectará a nuestra forma como humanos, convirtiéndonos en cyborgs o seres mejorados artificialmente. “Nos gustamos tal y como somos. Después de miles de años de evolución no hemos cambiado en este sentido. No buscamos ser Robocop o Terminator, ansiamos más parecernos a las estrellas de Hollywood. En un futuro intentaremos parecernos más a las esculturas clásicas, aspirando a ser más jóvenes, fuertes y flexibles”, ha argumentado Arsuaga, en una concepción que ha sido rebatida por Harari, quien cree que en los próximos siglos la Tierra estará dominada por entidades “más diferentes a como somos en la actualidad de lo que nosotros somos con respecto a los chimpancés”.
El historiador israelí cree que está en la esencia humana el sueño de mejorar y crear un nuevo hombre, algo que han perseguido desde las religiones hasta los movimientos totalitarios del siglo XX, “que intentaron alcanzar este ideal mediante la ingeniería social, aunque fracasaron”. Por lo tanto, Harari ha considerado que, aunque no vaya a existir una manipulación genética extrema en primer término, el cuerpo de los seres humanos sí cambiará gracias a la tecnología para “ser más libres frente a las limitaciones que nos impone la biología, pudiendo llegar a crearse entidades no orgánicas como cyborgs y otro tipo de Inteligencias Artificiales. Muchos estamos asustados por el peligro que esto puede generar, pero creo que la tentación es muy grande, sobre todo por parte de algunos movimientos políticos y religiosos que intentarán crear superhumanos”.
Frente a esta concepción, Arsuaga ha considerado que la verdadera aspiración de los individuos no es la mejora genética, sino alcanzar la longevidad. “Vivir más de 120 años será complicado, aunque puede que creemos una especie capaz de durar mucho tiempo, pero se tarda más de dos décadas en hacer un ser humano adulto”, ha opinado el paleontólogo, quien ve en el deseo de perfeccionar los cuerpos de las persona una especie de eugenesia.
"La IA y el big data influirán en cómo serán las relaciones humanas en los próximos 20 años"
“¿Cuál es el ideal humano? ¿Qué debe tener? Yo no lo sé, por lo que creo que producir superhombres puede ser muy peligroso. Este debate ya se produjo en los años 40 y parecía que no iba a volver, pero vemos que sigue sobre la mesa esta distopía”, ha señalado. Diferencias en este punto entre los intelectuales, pero acuerdo en que la biotecnología evoluciona de modo menos acelerado que la Inteligencia Artificial o el big data, “que influirán en cómo serán las relaciones humanas, cambiando nuestras cultura y el poder en los próximos 20 años”, según Harari. Así, el papel de la tecnología podrá trasladar al ser humano a límites de conocimiento y resolución de conflictos nunca antes vistos, pero todo dependerá de cómo se utilice.
“A través de la instalación de chips podríamos conseguir el sistema de salud pública más efectivo del mundo, pero también podría servir para aumentar el control por parte de las élites y crear dictaduras digitales, algo que ningún régimen totalitario ha conseguido hasta entonces. Por ejemplo, la URSS no podía poner a un agente de la KGB vigilando a cada persona disidente, pero con este tipo de métodos podría saber lo que piensa en cada momento. De nada valdría ya disimular”, advierte Harari, en lo que da en llamar como “el hackeo de la población", permitiendo el establecimiento de nuevas "dictaduras digitales" que obligarían a las personas a definir sus gustos. "Bien entendido, esto podría ser beneficioso para el conocimiento humano, porque nos permitiría conocernos los unos a los otros mejor que nunca. ¡Imaginen a un padre capaz de saber lo qué piensa su hijo”, ha reflexionado el pensador israelí.
Para evitar estos usos perversos, Harari plantea tres acciones:
- Reclamar a las organizaciones que recopilan datos qué uso se hará de los mismos y en qué nos serán útiles, “y aquí los entes políticos tienen un enorme desafío, porque bajo su responsabilidad está regular y evitar que se haga un uso pernicioso de las informaciones de los ciudadanos”.
- Evitar la centralización de la información en grandes bloques, tal y como ahora sucede, con dos grandes focos como son Estados Unidos y China, que han levantado, a juicio del pensador, un nuevo Telón de Acero, “que divide de nuevo a la humanidad, pero esta vez por cómo fluyen los datos”.
- Controlar a las corporaciones que recaban información de los ciudadanos, “porque la vigilancia también puede ser desde abajo hacia arriba y no como se lleva haciendo desde siempre, donde la tecnología se ha empleado solo para controlar a la base”.
Además, para Yuval Noah Harari la pandemia ha mostrado cómo la combinación eficaz entre tecnología y ciencia consiguió localizar el problema y generar vacunas en tiempo récord. “Por primera vez en la historia de la humanidad hemos sido capaces de frenar una pandemia global, pero de nuevo, la ineficacia de la clase política en ciertos puntos ha impedido evitar un accidente en slow motion como el que hemos vivido. Ellos tienen la capacidad para hacer que el Covid-19 sea la última pandemia que vivamos”, ha defendido. Frente a esta conclusión, Juan Luis Arsuaga ha vuelto a diferir con el pensador israelí, advirtiendo que las personas veneran la ciencia “como si fuera el nuevo Dios, pero no podrá solucionar todos los problemas de queremos los hombres”.
La encargada de moderar esta primera mesa redonda ha sido Carmen Artigas, Secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, quien ha opinado que este tipo de debates sirve para plantearse grandes preguntas “cuya solución nos puede ofrecer la propia tecnología”, señalando que “la crisis actual a la que nos enfrentamos, que tiene su vertiente sanitaria, climática y digital, ha puesto en duda el futuro de la humanidad en la era digital con una serie de disrupciones revolucionarias”.
El papel de las grandes compañías para reducir la brecha digital
Tras una mesa redonda ejecutada desde el lado del pensamiento, “Humanismo en la era digital” ha abierto otro punto de vista, el de las “corporaciones” tan citadas en los discursos de Harari y Arsuaga y donde se han planteado temas como la privacidad o la brecha digital, no solo en términos de disponer o no de conectividad, sino ampliando la perspectiva sobre la calidad y cantidad de las conexiones conforme se va expandiendo el 5G, una tecnología que reivindican la mayoría de compañías y ponentes presentes en el Mobile World Congress como Mats Granryd, Director General de GSMA, la organizadora del evento.
"Ninguna noticia positiva durante la pandemia hubiera sido posible sin la digitalización"
“Ninguna buena noticia que hemos recibido durante la pandemia podría haber existido sin la digitalización. La conectividad se ha vuelto más necesaria que nunca en los últimos tiempos, pero aún hay gente capaz de enarbolar un discurso de odio y violencia contra la tecnología 5G, que representará aproximadamente el 80% de las redes en 2025”, ha defendido Granryd, quien ha puesto en valor el papel de esta industria en otras materias como la sostenibilidad, “donde hemos logrado las cero emisiones de carbono antes que ninguna otra, lo que demuestra nuestra preocupación por el mundo”.
Su intervención ha precedido al debate en el que han participado, entre otros, Christoph Steck, Director de Políticas Públicas e Internet de Telefónica, que ha puesto un asterisco sobre el uso de la tecnología en la pandemia, “durante la que hemos visto aflorar desigualdades y brechas que se han agrandado, demostrando que el acceso a la digitalización es aún asimétrico”. Así, el representante del operador ha enfatizado que las empresas deben potenciar y ayudar desde la educación: “Los cambios son tan rápidos que tenemos que aunar esfuerzos para mejorar las competencias digitales en diferentes perfiles sociales, tanto personas mayores como jóvenes, evitando que nadie se quede atrás”. En este sentido, ha recordado la iniciativa colaborativa “Internet para todos” lanzada por la filial de Telefonía en Perú, que busca acelerar la digitalización de los ciudadanos de este país mediante la expansión de las conexiones 4G LTE.
En una línea argumental similar se ha manifestado Markus Reinisch, Vicepresidente de Política Pública de Europa, Oriente Medio y África en Facebook, quien ha puesto énfasis en la inclusión, no solo como una cuestión de oferta, sino también de demanda. “La solicitud de una vida digital durante el confinamiento se ha desbordó, provocando que algunas comunidades quedasen al margen. Sin la inclusión de estos colectivos no podemos construir un mundo más justo”, ha apuntado Reinisch, quien apuesta por trabajar en favor de la alfabetización para mejorar la democratización digital de las personas con discapacidad y de las mujeres.
Para ilustrar esta apuesta, ha traído al debate el proyecto "Extraordinarias" que comanda la plataforma y que está destinado a formar en marketing digital a mujeres emprendedoras de zonas rurales de toda España. Asimismo, ha defendido el valor de la recopilación de datos de los usuarios, “porque no podemos mejorar lo que no podemos medir”, en una defensa de un tema siempre controvertido y que afecta directamente a la privacidad de los usuarios.
Por su parte, Renata Ávila, activista y abogada especialista en Tecnología y Derechos Humanos, ha remarcado que es prioritario salir de la crisis de la pandemia con un mundo mejor, pero para ello es necesario “no solo sistemas que vigilen” y ha pedido mayor ambición en el debate de la conectividad, “de la que hablamos como si fuera el principal problema, pero debemos abordar las brechas digitales y poner el foco sobre los datos que se acumulan en muy pocas manos, porque solo de este modo conseguiremos una sociedad digital inclusiva”.
En un sentido similar se ha manifestado, Lorena Jaume-Palasí, Fundadora y Directora de The Ethical Tech Society, que ha completado esta segunda mesa, y para quien la “inclusión no es crear un espacio, sino que implica ver otras perspectivas, creando lugares comunes para otras culturas que permitan reconocer y admitir que hay más conocimientos fuera de nuestra civilización”, puesto que solo así se evitará un proceso que ha dado en llamar como “recolonización digital”.
Este segundo foro ha sido moderado por Cristina Colom, Directora de Digital Future Society, quien ha señalado que estamos ante "una oportunidad irrenunciable para abordar el debate desde la humanidad digital, donde la colaboración entre todos los sectores será clave para lograr una sociedad digital más justa y equitativa frente las desigualdades que se han puesto de manifiesto con la pandemia”. Y para conseguir esta meta, la colaboración entre la esfera privada y pública se vuelve imprescindible, sobre todo por el papel regulador y orientador que debe jugar la segunda, tal y como defendían Juan Luis Arsuaga y Yuval Noah Harari en la primera de las charlas, de ahí que el cierre del de “Humanismo en la era digital” correspondiese a los representantes institucionales.
Margethe Vestager, Vicepresidenta de la Comisión Europea y Comisario de la Competencia, ha participado de modo telemático en el acto y en su intervención ha defendido que las tecnologías “tienen que servir para el desarrollo humano” y en este sentido ha defendido que el Viejo Continente “es pionero en establecer un marco de referencia con el que se fijarán las normas de una sociedad digital justa”.
Pero lo cierto es que la posición europea en este contexto revolucionario es débil frente las potencias que ahora mismo suponen Estados Unidos y China. Las posiciones comunitarias, más rígidas y conservadoras en cuanto a privacidad o desarrollo tecnológico, han provocado que Europa quede en un segundo plano en la carrera del 5G y su postura se articula sobre términos como la competencia, con procesos legales frente a las grandes tecnológicas por abuso de posición.
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