Minkhy Lee se ha propuesto desmontar los mitos del Food Porn con su trilogía ‘Real Food, But Not Really’. A través de estos vídeos, el diseñador australiano desvela los trucos que emplean los publicistas para realzar la apariencia de sus productos y hacer que éstos se muestren más apetecibles en sus anuncios.
Y la estrategia se resume en que todo es trampa y cartón. O casi todo. Eso es al menos lo que evidencia el trabajo de Lee, que tira por tierra la naturalidad de estas sesiones de fotos y demuestra la planificación que rodea estos shootings.
Las grandes marcas han aplicado esta lección y han hecho del retoque fotográfico su nuevo mantra. Y McDonald’s ha sido una de las marcas más activas en este sentido, hasta el punto de reconocer públicamente el procesamiento de sus imágenes.
Así, una hamburguesa de anuncio y una elaborada en casa no tienen nada en común. Salvo los ingredientes. Y si no, mira:
La puesta en escena del producto es puro culto a la estética. Y no al producto. Por ejemplo, la hamburguesa se llena de algodón para lograr una forma redonda perfecta, las hojas de lechuga se adhieren con alfileres al pan para evitar que se muevan y la salsa se aplica con jeringuilla en lugares estratégicos que favorecen el contraste de colores.
Espontaneidad ninguna. Y lo mismo sucede con los refrescos. El efecto burbujeante de estas bebidas se potencia gracias a cubitos de hielo falsos que no se derriten, la adición de colorantes y el toque mágico: el vaso.
Antes de hacer la fotografía, la superficie del vaso se pulveriza con agua de forma que las gotas crean una película que aumenta su atractivo.
Y es que el ojo come antes que la boca. Los diseñadores lo saben y por eso han desarrollado técnicas nuevas para convertir los alimentos en obras de arte. La armonía en el color y las formas es clave para llegar al consumidor. Un producto bonito impacta más que un producto bueno.
De ahí que muchos estilistas mezclen el helado con grandes cantidades de harina para poder moldearlo y evitar que se derrita.
Nace el estilista de alimentos
Las nuevas técnicas requieren de profesionales capacitados que exploten al máximo la belleza del producto. Para seducir a los más foodies ha surgido un nuevo perfil profesional: el estilista de alimentos, encargado de crear la escenografía más adecuada para la comida y presentarla como un producto deseable para el consumidor.
Entre sus tareas se encuentra, por ejemplo, determinar los mejores enfoques, establecer la composición y combinar los distintos elementos que aparezcan en la imagen.