La belleza siempre ha llevado aparejadas algunas ventajas. Desde no pagar, hasta ser mejor pagada. Es la conclusión a la que ha llegado Sean Salter, profesor de Finanzas en la Universidad de Middle Tennessee, que atribuye este sesgo a un condicionamiento de la mente que no se puede controlar.
Y es que “la impresión positiva que genera el atractivo de una persona se extrapola a otras esferas”, comenta Salter. Un patrón de conducta que los psicólogos han denominado efecto halo, y que reduce a la persona a una metáfora. Es decir, toma un aspecto concreto, como por ejemplo el atractivo físico, como sustituto de su carácter global.
Esta norma se evidencia aun más en las situaciones interpersonales, donde la comunicación cara a cara supone el despliegue de una gran cantidad de atributos físicos, y en el ámbito laboral.
Así los candidatos más atractivos resultan más capacitados para el puesto y aumentan su nivel de renta sobre el resto. David Hamermesh, psicólogo de la Universidad de Texas, ha cuantificado este sesgo y ha concluido que “una persona atractiva gana entre un 12% y un 14% más que el resto”, lo que supondría 1,46 millones de dólares al cabo de toda la vida laboral.
De esta manera el físico prevalece sobre el resto de aptitudes que deberían ser decisivas para optar a un puesto de trabajo. Por eso, el profesor Markus M. Mobius, de la Universidad de Michigan, ha identificado las razones por las que la gente guapa es más exitosa:
- Están más seguros de sí mismos y esa confianza repercute en sus niveles de renta
- Las empresas los perciben como más capaces
- Sus competencias verbales están más desarrolladas