La inteligencia artificial está transformando las empresas y las industrias, pero también nuestra forma de relacionarnos con internet y entre nosotros. Esta tecnología está presente ya en nuestros teléfonos móviles y en las redes sociales y aplicaciones de mensajería que utilizamos a diario y está abriendo paso, poco a poco, a una era de la comunicación en la que lo artificial y lo sintético podría formar parte de la cotidianidad.
Desde septiembre ChatGPT puede escuchar, ver y hablar
A finales del pasado mes de octubre OpenAI presentó una serie de actualizaciones para ChatGPT, entre ellas, la posibilidad de interactuar a través de la voz, y de subir imágenes y hacer preguntas sobre ellas. Esto ha dotado a la solución, especialmente en su versión para smartphones, de una nueva dimensión, y lo convierte en una herramienta con más capacidades y más poderosa a la hora de establecer una relación con los usuarios.
Y es que ahora una persona puede caminar por la calle y preguntarle verbalmente a ChatGPT por información de un edificio histórico, o sacar una fotografía y solicitarle que identifique los elementos que la componen, o, sencillamente, conversar con la aplicación. Es decir, permite una interacción emocionalmente más estrecha, más directa y con más personalidad que antes, cuando principalmente solo podía recibir entradas de texto.
Lo cierto es que el desarrollo de la inteligencia artificial está dando lugar a aplicaciones cada vez más humanizadas. “La capacidad que tenemos hoy en día con la IA para imitar voces humanas, responder preguntas de manera coherente y adaptarse a las preferencias individuales está revolucionando ya la forma en la que interactuamos y, a medida que pase el tiempo, cada vez serán más sorprendentes”, asegura Luis Movilla, Director de Branded Content & Experience de la agencia Be A Lion.
La mejora de las capacidades de ChatGPT nos acerca bastante a un escenario que hasta hace unos años se consideraba mera ciencia ficción. Ahora, la posibilidad de contar con un asistente virtual que conozca nuestros intereses, nos de consejos, o, incluso, nos entretenga, es cada vez más una realidad. Y está dando lugar, tal y como recoge The Verge, a unos incipientes compañeros sintéticos que emulan a las personas reales, pero que pueden mejorar algunos de los aspectos humanos, como la inteligencia, la paciencia o la disponibilidad. Lo que, a su vez, parece que empieza a acercar a ChatGPT a una suerte de plataforma de entretenimiento en sí misma.
La coexistencia con lo sintético
Pese a las amplias posibilidades emocionales que implican las actualizaciones de ChatGPT, OpenAI se mantienen en la senda de la objetividad y continúa presentando sus soluciones como herramientas de productividad. Sin embargo, la compañía rival Meta, más vinculada a los terrenos de la comunicación y el entretenimiento, está adoptando un enfoque diferente.
Así lo evidencian las novedades que presentó también a finales de septiembre. Además de introducir el asistente multipropósito Meta AI en sus plataformas; la compañía ha creado 28 inteligencias artificiales más con las que, de momento solo en Estados Unidos, se puede interactuar a través de WhatsApp, Messenger e Instagram. Según describe la tecnológica, se trata de un nuevo abanico de personajes, cada uno con su propia historia y personalidad, con los que se puede hablar como si fueran personas reales y conocidas. Es más, les ha asignado rostros de figuras famosas, como Kendall Jenner, Paris Hilton, Tom Brady o Snoop Dogg.
Esto podría entenderse como un paso más en un nuevo escenario de la influencia. Con este movimiento Meta presenta diferentes personalidades con las que interactuar, aunque cabría esperar que lo que la gente realmente espera es poder interactuar con la versión artificial de Paris Hilton y no la personalidad artificial que le han creado. Esto abriría un enorme potencial de negocio si las celebridades accedieran a cederle su personalidad a Meta, pero también numerosos desafíos, principalmente éticos y de derechos de imagen.
Desde Be A Lion aseguran que este fenómeno presenta ventajas innegables. Entre ellas el hecho de que resulte más amable acceder a experiencias o a cierta información o entrenamiento a través de avatares con aspecto humano con quienes uno puede llegar a sentirte más comprendido y proyectar más empatía por su grado de personalización. Pero esto mismo entraña cuestionamientos morales.
Las redes enfrentan un momento en el que la ética y la regulación legal juegan un papel fundamental
“Considero que la ética y la regulación legal juegan un papel fundamental. Es imperativo que los usuarios seamos plenamente conscientes que estamos interactuando con algoritmos y no con seres humanos reales”, apunta Movilla. “En manos equivocadas, la simulación de interacciones humanas puede conducir a la propagación de fakes news, manipulación y violaciones de la privacidad. Es crucial que tanto las leyes como los desarrolladores y los usuarios adopten medidas para que podamos hacer un buen uso de la nueva tecnología”.
La agencia, a través de su unidad de innovación VIA Talents, introdujo al mercado a Alba Renai, un personaje creado y entrenado mediante inteligencia artificial. A pesar de su apariencia sumamente realista, en todo momento ha comunicado de manera explícita que se trata de una entidad generada por IA, como es el caso de las personalidades artificiales de Meta. Pese a las indicaciones, aseguran que reciben comentarios de usuarios que evidencian que no tienen clara su naturaleza, lo que pone de manifiesto la importancia de la responsabilidad de las empresas del sector.
Una bifurcación para las redes
Por otro lado, Meta también está desplegando la posibilidad de crear stickers personalizados a través de Emu, su modelo de generación de imágenes basado en inteligencia artificial. Esta funcionalidad se está implementando para usuarios seleccionados de habla inglesa en WhatsApp, Messenger, Instagram y Facebook Stories. Y también está trabajando en la opción de editar imágenes con IA y co-crearlas junto a amigos.
Todo ello plantea un nuevo escenario para las redes sociales que, hasta el momento, habían empleado la inteligencia artificial en la creación de filtros o en la definición y optimización de sus algoritmos, con los que ofrecer contenidos más personalizados y atractivos para los usuarios. Sin embargo, la posibilidad de interactuar con los modelos de IA dentro de las propias redes sociales y generar contenido artificial podría redefinir por completo unas plataformas pensadas inicialmente para conectar a los seres humanos.
La actual consistencia de todo esto ya nos sitúa en unas redes sociales parcialmente sintéticas, en las que las personas y el contenido humano conviven con los avatares virtuales, los influencers digitales y el contenido artificial. Por un lado, la situación plantea la posibilidad de que la IA haga de las redes sociales un espacio más personalizable, y por tanto, más atractivo. Pero por otro, puede puede terminar provocando el rechazo de aquellos incapaces de conectar con las personalidades artificiales, así como la desconfianza al no poder discernir entre usuarios humanos y artificiales, o entre el contenido originado de la creatividad de las personas y el sintético. Una bifurcación entre la ficción y la realidad.