Otros casos sonados de crisis en fast food

El último escándalo protagonizado por McDonald’s no ha hecho sino engrosar la lista de productos contaminados servidos por las principales cadenas de comida rápida del mundo. Así, el hallazgo del gusano en un McNugget se suma a la cucaracha que un cliente encontró en un hash brown en mayo de 2012.

En definitiva, un elenco de productos no apto para los más escrupulosos, como el diente de roedor que Kraft Foods coló en su bolsa de cacahuetes Planter’s.

O el de oro que apareció en un snack de Mars y por el que el consumidor no recibió ninguna recompensa. Aunque, sin duda, uno de los sucesos más sonados fue el protagonizado por KFC y su cerebro de pollo. Esto fue lo que un cliente de la cadena en Colchester (Reino Unido) recibió en su pedido. Sobran las palabras.

Y también en Inglaterra Tesco levantó la polémica después de que una clienta confesara haber encontrado una rana en un paquete de espinacas. El anfibio estaba “intacto” así que el supermercado argumentó que se trataba de un desliz en el proceso de empaquetado y compensó a la perjudicada con un vale de descuento de 10 libras.

Burger King tampoco ha salido indemne de estos incidentes. En 2012, un usuario declaró que alguien había escupido en su Whooper y llevó el caso hasta la Corte Suprema de Washington.

El historial de incidentes es largo y ha dañado gravemente a la imagen corporativa de las grandes marcas dedicadas al sector de la alimentación. Para resarcirse, los anunciantes han optado por elevar los controles en los procesos sanitarios y certificar la calidad de todos sus productos de acuerdo a la normativa vigente.