La paciencia es una virtud. Pero como todas las cualidades, puede ser entrenada.
Al menos así lo piensan en Grenoble, una localidad francesa que ha instalado una máquina para combatir el aburrimiento allí donde es más necesario: los lugares de espera.
Para llevar a cabo su guerra con el tedio, estas máquinas lo hacen con buenas artes. Y nunca mejor dicho porque su función es la de distribuir relatos cortos de uno, tres y cinco minutos para que las esperas sean más amenas.
Así, el pasado mes de octubre, 10.000 textos llegaron a las manos de los franceses para que hicieran gala de la paciencia. Algo que fue posible gracias a Short Edition. Según ha declarado Christophe Sibieude, su cofundador, a El Español, “nos dimos cuenta de que la literatura debía adaptarse al día a día, y esos momentos de espera podían servir para evadirse, pasar un momento agradable, desconectar...”.
Aunque, tal y como ha reconocido Sibieude, las diez distribuidoras que están en funcionamiento desde hace dos meses pretenden demostrar que los relatos cortos son bien recibidos por el público.
Especialmente si llegan a ellos en las colas de los centros culturales y de las oficinas de turismo...
El tiempo es oro
Y es que aprovechar esos pequeños huecos puede suponer una gran diferencia. Conscientes de esta afirmación, los creadores de la máquina la dotaron de tres botenes que permiten elegir la duración del relato en función de las necesidades del usuario.
Ahí precisamente reside el éxito de la plataforma: en ayudar al usuario a combatir el aburrimiento allí donde este pueda encontrale.
“Pensamos que podría ser una iniciativa atractiva para centros culturales y oficinas de turismo. Pero en unas semanas hemos recibido muchísimas llamadas de empresas privadas que también encuentran en esta idea una forma inteligente de mantener al cliente satisfecho mientras espera a ser atendido”, ha explicado el cofundador de la start-up.
Para ello cualquier arma es válida: poemas, cómics, ciencia ficción... Todas las pequeñas obras han sido elegidas y valoradas previamente por usuarios de la plataforma web de Short Edition.
Declarando la guerra al aburrimiento
La guerra al aburrimiento está abierta. De hecho, cualquiera puede “alistarse” creando sus relatos y subiéndolos a la web de la start-up. Solo hay una regla: el tiempo de lectura no puede ser mayor de 20 minutos.
Hasta el momento, más de 9.000 escritores anónimos han formado parte del combate. Además, cada día cien nuevos relatos cortos están disponibles para ser leídos y juzgados por los usuarios.
Eso sí, solo los mejores llegan hasta la primera línea de batalla. Y es que, como ha comentado Sibieude, “solo las mejor valoradas entre los miembros de esta comunidad se cuelan en los distribuidores”.
“Más de 150.000 lectores abonados puntúan estas creaciones anónimas, algo que asegura un sistema de recomendación entre amantes de los relatos cortos”, ha añadido.
Y es que precisamente en torno a esta dinámica comunitaria funciona el proyecto.
El sistema de recomendación hace que los lectores no caigan aleatoriamente en cualquiera de los textos de la plataforma. Siempre encontrarán las mejores historias.
Eso sí, “las historias divertidas suelen ser recibidad con los brazos abiertos, aunque no hay criterios secretos para que un texto tenga más éxito que otro. Nuestra comunidad de amantes de la literatura valora la calidad por encima del tema y del género”.
Ampliando fronteras
Pero estos amantes de la literatura no pretenden permancer quietos. Short Edition pretende llegar en marzo a París y próximamente a varias ciudades bretonas.
Y posiblemente pronto salgan también de Francia. De hecho, muchos países como EEUU, China o Australia se han interesado por la iniciativa.
Pero las ampliaciones del negocio no se limitan únicamnete a las fornteras. El éxito que ha sorprendido a Christophe Sibieude también ha hecho que varios autores profesionales intenten averiguar cómo introducir fragmentos de sus historias en las máquinas.
Otra frontera con la que Short Edition está lidiando es la de la reivindicación del papel. “Una vez que han terminado de leer, pueden guardarse la historia, compartirla con alguien, volver a leerla en el metro...”.
Y es que una vez impresa, no queda en el olvido.