Turismo regenerativo, un modelo para preservar los ecosistemas y los tejidos sociales

  • El turismo regenerativo ha ganado importancia tras la pandemia y propone prácticas sostenibles en los viajes
  • Territorios como Nueva Zelanda, Flandes, Venecia o Hawái ya lo están aplicando con políticas propias
turismo-regenerativo

El turismo ha sido uno de los sectores más golpeados por la pandemia, quedando reducido a la mínima expresión durante un 2020 lleno de restricciones y viajes de corto alcance, obligatoriamente justificados. El verano en curso ha permitido recuperar parte del terreno perdido, con cifras de reservas que buscan parecerse a las de los años anteriores a la crisis sanitaria. Solo en junio llegaron a España 2,2 millones de turistas internacionales, lo que supone multiplicar por 10 la cifra del mismo mes de 2020 y en enclaves como las Baleares o el Levante se han alcanzado en agosto niveles de ocupación parecidos a los de 2019. Con todo, según la CEOE, la normalización de la actividad aportará, a lo sumo, un 50% de los más de 154.000 millones de euros del año anterior a la pandemia.

El turismo regenerativo busca dejar los destinos mejor de lo que estaban antes de los visitantes

Estos meses de parón han servido para la reflexión tanto de viajeros como actores implicados en la gestión, que en algunos casos han concluido en nuevas fórmulas como las que aplica el turismo regenerativo, un modelo sostenible, donde los visitantes tienen un impacto positivo en su lugar de vacaciones, dejándolo mejor de lo que lo encontraron. Un concepto que también recibe otra terminología como ecoturismo, turismo sostenible o turismo responsable y al que se adhieren asociaciones e instituciones como las que fundaron la Coalición Futuro del Turismo.

Aunque el turismo regenerativo ha ganado repercusión en la vuelta de la actividad, fruto de la reflexión de tener al planeta en jaque, es una fórmula que venía aplicándose desde antes de la crisis sanitaria. La cuestión de la sostenibilidad es transversal a todos los sectores productivos y de ella han hecho bandera empresas de muy diferente naturaleza, por lo que al igual que sucede con las políticas de RSC en esta materia, sólo las compañías que decididamente han apostado por transformar su modelo de visitas y actividades están sacando verdadero rendimiento de él.

El turismo regenerativo, según sus defensores, no implica la depauperación o pérdida de ingresos, sino que busca todo lo contrario: construir entornos turísticos de futuro, “porque nadie quiere viajar a un lugar dañado o irrecuperable”, señala el desarrollo programático de Lindblad Expeditions, una de las compañías que han bandera del turismo regenerativo. Esta compañía de cruceros estadounidense, que cotiza en el Nasdaq, ha abierto de par en par su estrategia a la sostenibilidad, creando una asociación con la National Geographic Society, a través de la que se recaudan 2 millones de dólares al año para crear proyectos de impacto en las zonas turísticas que visitan los barcos de Lindblad.

Esta compañía fue una de las fundadoras del Centro por un Turismo Responsable, una coalición de seis ONGs entre las que se encuentran Destination Stewasrdship Center, Sustainable Travel International, Tourism Cares y Travel Foundation, que asesoran y marcan la pauta para las compañías que quieren aplicar la sostenibilidad en sus prácticas diarias o que quieren implementarla en alguno de sus procesos. Aunque cada empresa o destino requiera unas políticas propias, existen unas pautas generales que se están aplicando en el turismo regenerativo.

¿Qué actividades se incluyen en el turismo regenerativo?

La primera afecta a la propia forma que tenemos de consumir y que dentro de este modelo se orienta a la compra en establecimientos y empresas locales, para fortalecer la vida de las comunidades y crear un vínculo con ellas. Otra materialización del turismo regenerativo son actividades que contribuyen a la limpieza y a la recuperación de los entornos naturales. Este punto refleja bien cómo es el desarrollo del propósito de esta forma, que consiste no solo en no generar daños, sino también en aliviar los que ya se han causado. Algunos operadores tienen en su cartera de actividades la participación en proyectos de restauración de bosques o playas, pero existen prácticas individuales igual de certeras como recoger residuos durante un paseo en una zona natural.

Y es que las expresiones del turismo regenerativo no son siempre nuevas aplicaciones, sino que buscan darle una vuelta de tuerca a prácticas también existentes. Es el caso de la participación en proyectos sociales que necesiten capital humano para ser desarrollados en las comunidades de destino de los viajeros. Los defensores de este modelo critican el turismo de voluntariado que en ocasiones se lleva a cabo, con proyectos que no siempre tienen un impacto positivo y que se convierten más en una experiencia de campamento o trabajo precario.

El concepto sustitutivo aquí es el turismo comunitario, que a diferencia del anterior consiste en pagar un precio justo por un producto genuino y auténtico, contribuyendo al desarrollo sostenible de los lugares de recreo. Todas estas prácticas están alineadas con los principios elaborados por organizaciones como la nombrada Coalición Futuro del Turismo, que entre sus principios recoge “la exigencia de una distribución justa de los ingresos”, “elegir la calidad sobre la cantidad” y "contener el uso de la tierra por parte del turismo” y cuyo objetivo final declarado es conseguir una manera de viajar que sea económicamente viable, preserve los ecosistemas y respete el tejido social de pueblos y ciudades.

En algunos blogs que auspician el modelo del turismo regenerativo se explican también las prácticas excluyentes y que estarían frontalmente opuestas a este modelo. La primera está relacionada con los vuelos low cost y su impacto contaminante, mientras que la segunda va con relación a los lugares de alojamiento, donde se denuncia la proliferación de viviendas turísticas que contribuyen a la gentrificación de las ciudades, empeorando la vida de los vecinos.

Aunque es precisamente la variedad de conceptos y prácticas la que no ha permitido despegar al turismo responsable más allá de una práctica individual, pero que con la etiqueta “turismo regenerativo” empieza a ganar recorrido desde el punto de vista del marketing. En un artículo publicado en el blog de World Travel Market, una organización que se dedica a organizar eventos para profesionales del sector turístico, Jeremy Smith, Cofundador de Tourism Declares a Climate Emergency, otra coalición que aboga por esta forma de viajar, realiza una reflexión muy gráfica sobre cómo aplica este cambio de mentalidad. Y lo hace a través de la compra de una planta.

“Si voy a un vivero puedo adquirir un árbol que se ha producido de modo responsable. Puedo preguntar si es de Comercio Justo. Pero después vienen otras preguntas: ¿cómo crecerá este árbol?, ¿cómo afectará a otras plantas que crecen a su alrededor?, ¿su crecimiento extraerá demasiados nutrientes para que otras plantas que actualmente prosperan comiencen a tener dificultades? Minuto a minuto, mi jardín se regenera y las diversas partes del sistema están entrando en equilibrio. Los topos crean montículos y sé que son necesarios, he aprendido a no verlo como algo desagradable, porque dan una tierra excelente para macetas que ahora me ahorra el trabajo de cavar y permite que continúen los ciclos de regeneración”.

La opinión de Smith recoge todas las preguntas que tanto operadores como clientes han de hacerse si deciden abordar el cambio que propone el turismo regenerativo, que pone en una balanza todas las complejidades de una actividad productiva que tanto aporta a economías como la española. Pero interviene directamente en el pensamiento a través del equilibrio de fuerzas. “Nuestra industria se vio obligada a parar, a no hacer nada, pero la vida no se ha detenido: los trabajadores de los hoteles se capacitaron como profesores; los guías de Bali aprendieron a cosechar algas marinas y en las ciudades, los carriles bicis aparecieron de la nada. Son semillas y retoños del mundo que todos anhelamos volver a visitar. Cuántas más ricas sean nuestras experiencias, más se enriquecerá el sistema”, defiende Jeremy Smith.

De Flandes a Nueva Zelanda: ejemplos de prácticas turísticas sostenibles

En esta misma entrada, el Cofundador de Tourism Declares a Climate Emergency apunta experiencias concretas en las que considera que se está llevando a cabo prácticas de turismo regenerativo.

Es el caso de la Oficina de Turismo Visit Flanders, que está reorientando su oferta para potenciar los viajes por el interior de Bélgica. “No es necesario viajar a la otra punta del mundo para tener una experiencia placentera, en el futuro la gente quizás combinará un viaje nacional con otros internacionales, en vez de acudir tanto a destinos extranjeros”, señalaba Elke Dens, Directora de Marketing de Visit Flandes, poniendo de manifiesto un fenómeno que ya se está produciendo con intensidad en España, donde el turismo interno, aunque haya sido a causa de la pandemia, se ha multiplicado y según los expertos puede tener arraigo en ejercicios posteriores. A través de Visit Flanders también se han puesto en marcha iniciativas para que los visitantes creen vínculos con las comunidades locales a través de experiencias sobre episodios como la I Guerra Mundial, donde los vecinos se convierten en transmisores de su identidad histórica.

Nueva Zelanda es otro de los países que ha experimentado un cambio de tendencia en los últimos meses y fruto de ello fue la campaña “Haz algo nuevo este invierno” para reorientar su oferta hacía un turismo más relajado, reforzando para ello los senderos locales. El Gobierno de este país se puso firme este mismo año contra las visitas masivas al fiordo Milford Sound-Piopiotahi, patrimonio mundial en la Isla Sur y que tiene una presión de 870.000 visitantes anuales, sobre todo atraídos porque este enclave fue uno de los escenarios más reconocibles que aparecen en la trilogía de “El Señor de los Anillos” y que fue descrito por el escritor Rudyard Kipling como “la octava maravilla del mundo”. Así, en el país neozelandés se han puesto en marcha experiencias como los Ecotours de Queenstown, una ciudad del sur donde se ofertan actividades como la planta de árboles, o experiencias de buceo acompañadas de la recuperación de reservas marítimas.

En un sentido parecido se han aplicado restricciones en Venecia, que a partir del 1 de septiembre de 2022 cobrará tarifas de entrada para combatir lo que han denominado como “sobreturismo” y que buscan reducir el impacto ambiental y cultural negativo de la masificación al tiempo que quieren incentivar la economía local. La ciudad italiana ha registrado años de más de 30 millones de visitantes que han aumentado la contaminación por parte del sector hotelero y dinamitado su mercado inmobiliario debido al desplome de algunos edificios, una situación que hizo intervenir a la Unesco, organizando un taller sobre restauración del patrimonio veneciano. 

Otro territorio en el que se ha abierto un debate sobre el turismo y sus efectos es Hawái, donde la población local se ha pronunciado en varias ocasiones en contra de los viajes masivos a la isla. De hecho, la Autoridad de Turismo de Hawái publicaba en abril un plan de acción para fomentar otro tipo de prácticas apelando directamente al concepto de turismo regenerativo, “que lleva la sostenibilidad un paso más allá y se enfoca al beneficio neto de la economía del visitante a un destino, mirando los beneficios sociales y culturales”. Fruto de este programa, los encargados de regular el turismo de este destino aplicarán acciones para la protección de la cultura hawaiana, promoverán prácticas de preservación ambiental entre visitantes y miembros de la comunidad, fomentarán el agroturismo, invertirán en programas e infraestructuras y mejorarán la aplicación de normativa de alquiler vacacional.

Y la lista de acciones que aplican los preceptos del turismo regenerativo sigue aumentando, como evidencia la práctica que llevará a cabo Noruega, donde los cruceros que circulan por los fiordos deberán reducir sus emisiones drásticamente antes de 2026. Más cerca, en Mallorca, han surgido voces que quieren convertir a la isla en un modelo internacional basado en la economía circular que sea capaz de devolver a este enclave turístico su resiliencia climática y su capacidad de producción local. Mientras, en Nepal se están construyendo cabañas enfocadas al turismo pero cuyos fondos irán a parar en parte para escuelas y aulas del país. Finalmente, en México se han puesto en marcha iniciativas como la que se desarrolla en Playa Viva, donde toda la red eléctrica funciona gracias al sustento de la energía solar.

Como no podía ser de otro modo, el cambio de tendencia en el turismo se está expresando en el propio lenguaje publicitario de los operadores, incluso en aquellos tradicionales. Es el caso de Vueling, que en su última campaña de verano apuesta, sin dejar de lado su tradicional vinculación al pricing, por mensajes enfocados al relax y al disfrute en condiciones más representativas de un modelo de turismo reposado. Lo mismo ha sucedido en el reciente reposicionamiento de marca de Expedia, centrado en la experiencia y la emoción de sus usuarios, recalcando el valor de los acompañantes de viaje más que en los destinos como escaparates de experiencias de consumo rápido.

Aunque las corrientes de cambio parezcan percibirse en todos los frentes, está por ver cómo el turismo regenerativo logra un relato real para convertirse en una experiencia transversal que los operadores puedan ofrecer sin perder de perspectiva sus balances económicos. Asimismo, otro reto para este modelo está en no caer en uno de los vicios que lleva asociado toda práctica sostenible, como es el greenwashing, y que podría desencadenar en una propuesta de mínimos en la acción, aunque de máximos en la comunicación que se quiere hacer de ella.

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