Director de Marketing en BBVA Jaime Bisbal

¿Es posible el equilibrio?

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Parece que algunas palabras de mi discurso en los Premios Nacionales de Marketing han resonado entre los compañeros y compañeras de profesión. Fueron estas: 

“Liderar es dar espacio para brillar, coordinar talento y tener siempre en cuenta las necesidades emocionales de los demás”. 

Una frase que puede resultar bonita y adecuada para un reconocimiento pero que esconde sus conflictos.
Son palabras que creo y defiendo firmemente, y permitidme que os cuente cómo intento lograr este difícil equilibrio.

Dar espacio para brillar: ¡qué importante y qué valioso para los equipos! Tener ese espacio único, propio, donde puedes demostrar lo que mejor sabes hacer, donde puedes ser tú, y donde no muchas veces nos dejan pasar.

Yo no habría podido recoger el pasado jueves el premio si, cuando empecé a trabajar con Sofía, ella no me hubiera dado un lugar seguro para participar y opinar, minutos para presentar delante de su responsable o la oportunidad de defender la visión de marketing en distintos foros. Pero, a la vez, qué difícil es para las personas responsables de equipo ceder esos espacios, delegar ciertas responsabilidades. Qué inseguridad nos sigue generando el que piensen (algo tan absurdo) como que somos los que hacemos todo el trabajo de un área o, que si no estamos al frente de cada presentación, perdemos esa tan ansiada visibilidad.

Para mí la respuesta no es otra que la generosidad y gestionar la propia vulnerabilidad.

Coordinar talento: se presenta aquí un nuevo conflicto, reconocer que nuestros equipos tienen un conocimiento más profundo que el nuestro en cada una de sus capacidades. Y no pasa nada, es bueno y lo que debe ser.

Aunque nos ataque de nuevo el miedo, el impostor siempre acechando. Nuestra labor, en mi opinión, es aportar visión, tomar decisiones, facilitar su trabajo, levantar bloqueos y unir esfuerzos entre personas.

Tener en cuenta las necesidades emocionales es, seguramente la parte más difícil. Lo primero es dedicarle tiempo a escuchar y detectar qué necesita cada persona; reconocimiento público o privado, feedback puntual o recurrente, visibilidad ante el equipo o antes los jefes, sentir que te escuchan, saber que sus opiniones suman… para, una vez identificado, hacer todo lo posible para satisfacerlo. Es otra vez un ejercicio de generosidad y empatía, es ir un paso más allá de tu trabajo, es no sólo pensar en que salga bien ese proyecto sino en las personas que están detrás.

Pero, ¿se nos permite fallar en esto?

Considero que esta visión y cultura debería formar parte del equipo y ser una de las misiones de las personas que los lideran, para que ese día que llegas torcido de la anterior reunión, arrastras una mala noche o una bandeja de email a punto de estallar y, desafortunadamente, tienes un comentario duro en una reunión o defiendes tu punto de vista con mayor vehemencia, el esfuerzo que intentas hacer cada día no quede destruido.

¿Es posible el equilibrio?