Tras meses imaginando cuál sería el efecto de la aplicación del Real Decreto de Publicidad del Juego, finalmente se han hecho públicos los primeros resultados que permiten comprender el impacto de esta regulación. Y, a pesar de que todavía es pronto para tener una imagen más clara y completa -el informe publicado recientemente por la Dirección General de Ordenación del Juego abarca hasta el mes de septiembre, el primero que experimentó la vigencia de las medidas más restrictivas del nuevo reglamento-, los resultados son demoledores para un sector, quiero recordar, regulado y puntero a nivel tecnológico.
Más allá de la caída trimestral del -15,39% en el GGR (el volumen de negocio del sector) que ha generado 182,7 millones de euros, destaca el desplome de la inversión en marketing. Hablamos de una inversión total que no llega a los 90 millones de euros, lo cual supone un retroceso del -28,8% con respecto al segundo trimestre del año y de un -41,3% con respecto al mismo periodo de 2020.
La entrada en vigor de estas medidas más notorias que prácticamente prohíben la publicidad del juego online ha coincidido con mi llegada a la dirección de Jdigital y, desde ese momento, no solo los operadores de juego, sino también otros agentes relacionados con el sector, me han trasladado la importancia de la publicidad en esta industria. Me refiero tanto a medios de comunicación como, incluso, asociaciones de jugadores rehabilitados.
En el caso del juego online, la publicidad no solo es una herramienta de las empresas para dar a conocer sus productos, diferenciarse de la competencia y crecer en número de clientes, como puede ocurrir en la mayoría de los sectores económicos. En el caso del juego online, la publicidad tiene una utilidad mucho más significativa e importante: permite canalizar a los usuarios de esta actividad hacia empresas que ofrecen sus servicios de forma legal y controlada y, por ende, proteger a dichos usuarios y especialmente aquellos de los colectivos más vulnerables.
A lo largo de estos meses he podido ver cómo el espacio que han dejado los operadores en las camisetas de clubes deportivos de referencia en España lo han ido ocupando empresas de otros sectores tan novedosos que ni siquiera cuentan con una regulación todavía, como las criptomonedas. Hace pocos días leía que el Organismo de Control Publicitario de Reino Unido ha prohibido algunas de las activaciones que el club de fútbol Arsenal tiene con una empresa de blockchain, y no hace tanto que la CNMV advertía a Andrés Iniesta de los riesgos de invertir en criptoactivos después de que el delantero ejerciese de embajador de una empresa de criptos colgando un anuncio en su cuenta de Twitter.
A lo largo de mi carrera profesional, he tenido la suerte de trabajar con varias asociaciones de consumidores y esto me ha enseñado cuán importante es, para cualquier sector económico, encontrar un equilibrio entre los intereses y derechos de los consumidores y garantizar el desarrollo de dicho negocio. Creo que alcanzar este punto de encuentro es especialmente relevante en la industria del juego online, que no deja de ser el tercer segmento del e-commerce en nuestro país por volumen de facturación.
Desde mi llegada a Jdigital he contado con el apoyo y colaboración de todos los miembros de la asociación para explicarme cómo es la operativa de este sector, a menudo desconocida y no del todo fácil de comprender. Me han abierto sus puertas para conocer de primera mano las innovaciones tecnológicas que marcan el día a día y el futuro de esta industria, así como sus altos estándares de compromiso y responsabilidad. A pesar de que algunas voces quieran hacer creer lo contrario, el juego problemático no beneficia a nadie; tampoco a los operadores. Es por ello que el objetivo de la asociación que capitaneo es el de fomentar una práctica segura del juego online como forma responsable de entretenimiento.
Considero que este asesoramiento, que personalmente me ha sido de tanta utilidad, también debería aceptarlo el Gobierno y, especialmente, la Dirección General de Ordenación del Juego, que pende del ministerio de Consumo.
En los últimos meses hemos visto cómo esta cartera está impulsando normativas que restringen notablemente la publicidad de diferentes sectores. A menudo parece que lo hace buscando titulares impactantes, sin antes valorar las consecuencias de estas regulaciones, no solo para el propio sector afectado, sino para otros agentes relacionados como los medios de comunicación, las agencias de publicidad o las agencias de medios. El del juego online privado es un caso claro (y recalco “privado” porque no debemos olvidar que los anuncios de Loterías y la ONCE no se han visto afectados por las restricciones), pero también lo hemos visto con la industria de la alimentación y bebidas y las medidas para reducir la publicidad dirigida al público infantil. En ambos casos, los anunciantes ya habían apostado por la autorregulación para limitar de forma voluntaria sus comunicaciones con el objetivo de proteger a los públicos más vulnerables. En el caso de los juegos de azar, la modificación del Código de Conducta representó un gran hito y cuenta con el apoyo de entidades tan relevantes como los principales grupos de medios y la AERC.
Pero lo que realmente me preocupa, y así también me lo han transmitido otros de los agentes relacionados con la industria del juego online, es la pérdida de capacidad operativa que puede experimentar el regulador si termina imponiendo normativas muy restrictivas. Lo hemos visto con la entrada en el tablero de la publicidad de las criptomonedas, pero también podremos verlo si se aprueban algunas de las modificaciones propuestas en el borrador del Real Decreto de Juego Seguro.
En definitiva, me gustaría aprovechar el altavoz que me brinda un medio de referencia como Reason.Why para tomar perspectiva y reflexionar. La regulación de la publicidad del juego online ha sido siempre bien acogida por los operadores con licencia que, sin duda, apuestan por una práctica responsable de esta actividad. De no ser así, no hubiesen impulsado autorregulaciones con importantes restricciones. Pero no debemos perder de vista el papel clave que juega la publicidad en esta industria y que va más allá del crecimiento del negocio. Los anuncios de empresas de juego son muestras de garantía y calidad del producto ofertado y prohibirlos no hará más que desproteger a los usuarios. Que una persona adulta recuerde nombres de operadores por haberlos visto en la Televisión y oído en la radio es la clave para que, si decide jugar, lo haga en sitios seguros y con garantías de control, evitando su exposición a las prácticas potencialmente fraudulentas de los operadores sin licencia. Cuando se trata de sectores legales y regulados, la prohibición nunca debería ser la principal herramienta del gobernador.