Cómo hacer presentaciones como Steve Jobs

La puesta en escena de los productos de Apple se ha convertido prácticamente en un ritual. En un manual de oratoria para los más entendidos en telecomunicaciones y para los que son totalmente ajenos a la marca. Una labor que la firma de Cupertino debe, en parte, a su gran storyteller: Steve Jobs.

Y es que el cofundador de Apple fue capaz de establecer una conexión personal con cada miembro del público. Así, en vez de hablar a un grupo Jobs era capaz de adaptar su discurso a cada persona, a cada individuo.

Fue una carrera de fondo que comenzó a labrar en 1984, con la presentación de Macintosh, el primer ordenador personal que incorporaba un ratón para interactuar con la interfaz gráfica.

Meses antes de la presentación Jobs encargó un anuncio de televisión tan revolucionario como el producto que había creado.

“Quiero algo que haga que la gente se detenga en seco. Quiero que resuene como un trueno”. Y en eso convirtió la presentación de la computadora.

Su personalidad irreverente se manifestó también en su retórica, ajena a muchos formalismos. En vez de optar por presentaciones protocolarias, Steve Jobs trazó una delgada línea en la que discurso y conversación conformaban un solo género.

Y así se aprecia en uno de los discursos más conocidos de Steve Jobs en 2005 en un acto de graduación de la Universidad de Standford.

Este orador persuasivo dominaba los tempos de la conversación en todas sus intervenciones. Sabía generar un vínculo con la audiencia y captar la atención de todos los sectores del público.

Una habilidad que desarrolló gracias a la intriga. Jobs fue el maestro del suspense. Sus palabras estaban llenas de implícitos. El suyo era un discurso minimalista, sin grandes ornamentos, pero en el que siempre había margen para la sorpresa.

De hecho, el fundador de Apple siempre guardaba lo mejor para el final. Y así fue como el sector enmudeció con la presentación del iPhone en 2007.

Con esta conferencia, Jobs inauguró la era de los smartphones. Durante toda su intervención empleó fórmulas para mantener la incertidumbre y recurrió a la experiencia personal como ejemplo de ilustración.

En definitiva, el entusiasmo desmedido y la convicción personal fueron las señas de identidad de un gurú que hizo historia con sus productos y con sus discursos.