¿Recuerdas cuándo planeabas tus vacaciones de verano? ¿O cuándo organizabas una reunión con amigos? ¿O programabas una excursión para el fin de semana? Parece algo pasado de moda, algo perteneciente a 2019, a un tiempo que resulta casi remoto. Tras un año de inmensa incertidumbre, las esperanzas de gran parte de la población se volcaron en 2021, pero todo apunta a que esta nueva vuelta al Sol no distará mucho de lo vivido en los últimos diez meses.
El año ha comenzado de manera, cuanto menos, convulsa. El asalto al Capitolio en Estados Unidos, la llegada irregular de la vacuna o el impacto de la borrasca “Filomena” en nuestro país son algunos de los acontecimientos que se han producido en los pocos días que llevamos de 2021, hechos que prolongan la sensación de inestabilidad y desasosiego en áreas como la economía, la sociedad, la política o la salud, generada durante los meses anteriores.
Y es que la serie de malas noticias es demasiado evidente para todos, incluso para los más optimistas e ilusos. "La acumulación de pérdidas, sumada a la acumulación de incertidumbre prolongada en el tiempo genera efecto de pesadumbre, fatiga, tristeza e ira, y en consecuencia emergen otros sentimientos y estados de ánimo, como la falta de concentración, dejadez, o el desafecto”, nos explica José Ramón Ubieto, psicoanalista y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Una sociedad impaciente
La incertidumbre ya venía siendo un rasgo identitario de nuestro tiempo, algo consustancial a nuestra realidad. El sistema actual se encuentra regido por patrones laborales, familiares y personales mucho más inciertos que los de generaciones anteriores, pero la pandemia mundial ha incrementado esa sensación de vulnerabilidad hasta cotas nunca vistas. Las estrategias recomendadas habitualmente por los profesionales, como pensar en el mañana, ponerse objetivos a largo plazo, o pensar en cosas agradables, han visto comprometidas su validez en el contexto actual.
La opinión generalizada y extendida recientemente es que resulta prácticamente imposible planificar. “Es una sensación es bastante dañina, porque nos paraliza. Es lo que se conoce como indefensión aprendida, es decir, ante la incapacidad de salir de una situación nos quedamos paralizados”, nos asegura Isabel Aranda, Doctora en Psicología y Vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COPM). “Esto es absolutamente desmotivante. El sentimiento es que no hay horizontes, ni perspectivas, ni futuros”.
A esto hay que sumarle el carácter impaciente y la constante búsqueda de la ratificación inmediata, concebida casi como un derecho, que impera en la sociedad actual y que puede provocar frustración. “Ahora las cosas tardan más y no las podemos obtener cuando queremos. Uno de los aspectos positivos de esta situación es que estamos aprendiendo a esperar y ejercitando la paciencia”, nos indica Laura Rojas-Marcos, Doctora en Psicología Clínica y de la Salud, Terapeuta y Escritora.
A pesar de que tanto individuos como empresas y gobiernos suelen contar con planes de contingencia, especialmente desde el punto de vista financiero, para gestionar los distintos y posibles escenarios inciertos, el coronavirus ha echado por tierra las pocas certezas alas que poder agarrarse. Y esto es algo para lo que, según David Alayón, Chief Foresight Officer y Co-Founder de Innuba, no estábamos preparados, a pesar de los indicios de cambio comunicados por expertos e instituciones en los últimos años. “Estábamos preparados a nivel de reflexión, pero no a nivel de acción para actuar en estados de cambio radical como en el que estamos ahora. Nuestras mentes son lineales, no exponenciales. Nos cuesta mucho proyectar a futuro y cuando lo hacemos contamos con un grado de acierto muy bajo”.
Planificar o no planificar, esa es la cuestión
¿Significa esto que debemos renunciar a la planificación? Los expertos nos explican que más bien todo lo contrario. Debemos apostar por continuar haciendo planes, pero siempre desde el punto de vista de la flexibilidad y la adaptación. Tal y como apunta Ubieto (UOC), el elevado nivel de incertidumbre actual abre dos caminos. Por un lado, no saber qué va a suceder y la ausencia de un deadline concreto lleva a una negación de la realidad y una posición de parálisis ante el temor de equivocarnos en las decisiones que tomamos. Por otro, el hacer se convierte en la nueva brújula, es decir, se ha de tomar conciencia de la dificultad y de las certezas provisionales para mantener los proyectos abiertos y ajustados a la evolución de las circunstancias, con el objetivo de recuperar el control sobre nuestra realidad.
“Hacer, a pesar de que sea menos de lo que creemos, proporciona cierta estabilidad, aunque sea provisional. Debemos tomar la iniciativa”, señala el psicólogo y profesor. Por tanto, la gestión de la incertidumbre para por no dejarnos arrastrar por la dependencia absoluta de la resolución de lo que estamos viviendo y evitar la espera de la llegada de una solución mágica. En este sentido, conviene avanzar planificando las cosas que podemos hacer ahora, las que creemos que podremos hacer en el medio plazo y las que pensamos que podremos hacer más adelante. “Debemos tener la suficiente flexibilidad para admitir que no será como nos gustaría. No hay que tomar eso como una pérdida, sino como una oportunidad de hacer las cosas diferentes”.
A pesar del elevado riesgo que implica la toma de decisiones actualmente, David Alayón también rompe una lanza a favor de la planificación. “Ahora más que nunca tenemos que intentar planificar, porque cuanto más se reducen los tiempos de proyección a futuro, menos se pueden abordar los grandes retos y nos volveremos mucho más reactivos, en lugar de proactivos”.
En este sentido, el Chief Foresight Officer y Co-Founder de Innuba propone, ya se trate de individuos o colectivos, trabajar en tres horizontes de manera simultánea, ya que conjugando distintas velocidades se puede gestionar con mayor certeza la incertidumbre:
- Horizonte 3 (largo plazo): es la visión general, el norte, la estrella polar. En este caso, las herramientas o técnicas más adecuadas son la prospectiva estratégica, el diseño de futuros y la identificación de tendencias. Se trata de un terreno más ligado al propósito corporativo de la empresa y que, por tanto, implica una transformación a nivel cultural.
- Horizonte 2 (medio plazo): es lo relativo a las grandes líneas estratégicas que pueden tangibilizarse. Es donde se encuentra la innovación radical en el que la clave reside en la inclusión de factores disruptivos dentro compañía para lograr ventaja competitiva. Son escenarios de trabajo de dos a cinco años, y una de las herramientas más adecuadas para navegarlos es el design thinking.
- Horizonte 1 (corto plazo): se trataría de resolver lo urgente mediante innovación incremental. Es el ámbito de los proyectos del día a día. Se trabaja con plazos de entre seis meses y un año mediante metodología agile y una filosofía adaptativa de cambio constante.
Desde el punto de vista más psicológico y emocional, los expertos coinciden en que la mejor técnica es la combinación de admitir el duelo y asumir la pérdida, ya sea esta trabajo, familiares, negocios o, incluso, forma física. No obstante, tampoco conviene renunciar al deseo y al placer, ya que si nos anclamos a la idea nostálgica de que esta coyuntura es tan solo un paréntesis en nuestra vida, no saldremos nunca adelante. “Tenemos que entender que es una disrupción, han cambiado muchas cosas importantes que ya no volverán a ser igual, y debemos convivir con ello”, nos ha comentado José Ramón Ubieto. De cara a sobrellevar mejor la nueva normalidad, el psicólogo ofrece tres consejos clave:
- Promover el trabajo en equipo y en red, puesto que en situaciones de angustia altas compartir el trabajo evita la parálisis.
- Optimizar el uso de lo digital. Conviene utilizar las herramientas teniendo en cuenta que nunca sustituye presencia, sino que sirve para evocarla.
- Combinar el trabajo con el placer. En momentos de crisis, el ocio es uno de los pocos elementos que producen placer. Es aconsejable aprender a separar el tiempo de esparcimiento de las obligaciones y ser conscientes de que las actividades no productivas generan satisfacción y bienestar.
Aprender a valorar el aquí y el ahora
La propuesta de Isabel Aranda (COP Madrid) se mueve en un plano muy similar. La Doctora en Psicología invita a aplicar precisamente una de las lecciones aprendidas durante el confinamiento: valorar el presente. “Conviene centrar en el aquí y el ahora, poner el foco en lo básico e imprescindible y centrarnos en objetivos realizables a corto plazo, pero sin dejar de mirar al futuro. Ponernos metas es lo que nos da energía para vivir”. A este respecto, recomienda poner en práctica la técnica del mindfulness para hacer frente a pensamientos obsesivos o perniciosos. “No somos nuestros pensamientos y darnos cuenta de que podemos controlarlos nos ayudará a construir un futuro basado en la esperanza y la proactividad”.
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Tal y como indica Laura Rojas-Marcos, la historia del ser humano es una de adaptación. Siempre habrá una nueva “Filomena” y un nuevo coronavirus, pero lo importante es “no perder de vista el objetivo a largo plazo. Para llegar lejos hay que caminar, y todo paso cuenta para hacer el recorrido”.