Octubre de 1991. Mi hermana y yo llegamos corriendo a casa. No queremos, no podemos perdernos el primer episodio de “Sensación de Vivir” (Beverly Hills 90210), una de las series más importantes de la década de los 90 ó, por lo menos, para mí.
Mis padres se unen a la escena. No es que sea su serie favorita, pero antes esto se hacía así, en familia, en un momento concreto y con una tele de tubo.
No nos sabíamos la parrilla de memoria, pero sí teníamos claro qué ponían cada día de la semana en nuestro prime time familiar. Estoy convencida de que esto mismo pasaba en todas las casas, cada una con sus preferencias, claro.
Noviembre de 2021. Mi hijo me espera en casa viendo episodios de Pokémon en Netflix. A su lado, su hermana le pide que ponga algo que también le guste a ella. No conciben que no puedan ver lo que quieren cuando quieren. Y es que esto ahora se hace así, individualmente, en el momento y lugar que cada uno decide y, por supuesto, con una Smart TV de 50 pulgadas.
¿Nos hemos acostumbrado tanto al consumo bajo demanda que ya somos incapaces de volver al lineal?
No sabría decir en qué momento exacto se produjo el cambio ni cuál fue el primer y verdadero motivo. ¿Nos hemos acostumbrado tanto al consumo bajo demanda que ya somos incapaces de volver al lineal? ¿Ha sido culpa de la publicidad, de la mala experiencia de consumo tradicional respecto a la nueva? ¿O es, sencillamente, que a las cadenas les cuesta un poco más dar con la tecla para ofrecer un contenido que nos pegue a la televisión?
Seguramente sea una combinación de todas ellas, pero creo que la clave está, sobre todo, en la última. Cada vez hay menos “peliculones”, ya no hay apenas fútbol en abierto y los concursos y programas son muy parecidos. Apenas hay pequeñas diferencias entre la infinita retahíla de talent shows y es casi imposible distinguir unos programas del corazón de otros.
¿La audiencia se ha ido o la hemos echado?
Sería razonable pensar que es muy difícil invertir en contenidos de calidad cuando la penetración y los minutos de consumo no dejan de caer y que la batalla contra las OTTs está perdida porque ellas no están sometidas a la rigidez de los horarios ni unas estructuras pesadas, construidas durante décadas pero, ¿no consiguió "Juego de Tronos" que supiéramos todos cuándo se estrenaba capítulo y que corriéramos a verlo a Movistar primero y a HBO después?
Sí, es un ejemplo prototípico, pero no es el único. Las distintas plataformas, para evitar que sus usuarios se vayan cuando se han dado un atracón, ya estrenan episodios en días fijos de la semana. Y no lo hacen solo con los super-blockbusters. Cada vez hay más series, dirigidas a públicos distintos, que utilizan este modelo.
Y acercándonos a nuestro negocio, la realidad es completamente distinta. Ahora nos encontramos con entornos donde no hay publicidad -aún- y que arrastran a audiencias que no conseguimos encontrar en otros lados.
El reach de la televisión y los minutos de consumo no pasan por su mejor momento
El reach de la televisión y los minutos de consumo no pasan por su mejor momento y cada vez faltan más GRPs que permitan captar más campañas y más completas porque alcanzar niveles óptimos de prime time y de posiciones es una batalla no apta para todos los bolsillos.
¿Están a tiempo las televisiones de recuperar la corona que no han perdido todavía? Posiblemente sí. Todavía están sintonizadas en los botones más importantes de nuestros mandos a distancia. Solo necesitamos una excusa para volver a encontrarnos con esas parrillas que antes marcaban totalmente nuestro día.
Nos vendría bien a todos, no solo a los que vivimos de la publicidad. Las marcas crecen cuando todos conocemos sus productos y eso solo se consigue con alcances masivos y fórmulas publicitarias que nos permitan llegar a mucha gente en poco tiempo y a un coste razonable. Algo en lo que, hoy en día, las teles siguen siendo las mejores.