Chernobyl, la serie coproducida por HBO y Sky, no solo ha reavivado una de las tragedias más impactantes del último tiempo, sino que ha fomentado una tendencia que llama la atención y genera polémica.
Conocido como tanatoturismo, o turismo oscuro, la elección de visitar lugares asociados a la muerte y la tragedia como forma de hacer turismo no es algo nuevo.
Abierta en 2011 para los turistas, Prípiat, la ciudad donde se situaba la planta nuclear de Chérnobil, ha ido incrementando la cantidad de visitantes que recibe año a año. Sin embargo, tras el éxito de la serie, la junta de turismo y promoción de Kiev prevé recibir en 2019 a 100.000 turistas, lo que significa un 48 % más que el año anterior, afirma un informe de la CNBC.
“Aunque viajar a lugares asociados con la muerte no es un fenómeno nuevo, el auge del turismo como un sector económico fundamental a escala mundial ha disparado el interés por este tipo de lugares. Es un fenómeno extremadamente complejo y heterogéneo. Las motivaciones de los turistas son muy diversas, como también los destinos y las actividades ofertada", afirma Daniel Liviano, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya.
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{ "id":"8483", "titular":"El móvil no se va de vacaciones en verano", "prefijo":"actualidad/sociedad-y-consumo", "slug":"estudio-tiendeo-habitos-consumo-movil-verano-2018-07-05", "image":"/media/cache/intertext/movil-verano-reasonwhy.png", "path":"/actualidad/sociedad-y-consumo/estudio-tiendeo-habitos-consumo-movil-verano-2018-07-05" }La prisión de Alcatraz, los campos de concentración de Mauthausen, la cueva Tham Luang, donde quedaron doce niños tailandeses atrapados, o zonas donde se han cometido genocidios como Ruanda, se han transformado en lugares cada vez más frecuentes por el turismo internacional.
Según Liviano, desde la academia se ha intentado encontrar explicaciones a las motivaciones de los tanatoturistas, logrando respuestas que van desde la espiritualidad, al aprendizaje o el morbo.
“Están los que sienten el viaje como una motivación moral o espiritual y adoptan una actitud de peregrinación secular, mientras que otros o tienen una motivación para con las víctimas y simplemente visitan estos lugares con un deseo o una necesidad de contactar simbólica y emocionalmente con la muerte”, explica Liviano.
Las visitas escolares a museos como el del Holocausto podrían incluirse en la categoría de “aprender viajando”, que es concebida como una de las razones más frecuentes para este tipo de viajes, expresa un estudio realizado por el investigador Duncan Light.
“Después están los turistas que sienten fascinación y curiosidad morbosa por la muerte”, remarca el profesor de la UOC y agrega: "Esto explica la actitud de algunas personas que visitan un lugar para celebrar, in situ, que las víctimas han recibido un justo castigo por la razón que sea". Un ejemplo de este tipo de turismo es el tour Helter Skelter, de Charles Manson, en Estados Unidos.
La última categorización es la de aquellas personas que visitan este tipo de lugares sin una motivación especial, simplemente porque forman parte del paquete turístico o están de moda. “Esta modalidad es resultado de una de las muchas cuestiones que gira en torno al tanatoturismo: hasta qué punto este fenómeno se ha visto incrementado por la demanda de los turistas o por la oferta de las operadoras turísticas”, reflexiona Liviano.
Entre la curiosidad y la banalización
La cantidad de personas que han compartido sus visitas a estos destinos con selfies y hashtags en Instagram, ha acentuado el debate sobre la frivolidad y la ética.
“Este tipo de comportamiento, que va ligado a las modas y la atracción que ejercen determinados lugares porque están de moda, no suele estar guiado por valores o códigos éticos y morales, sino por cálculo instrumental, y los intereses y las emociones personales”, explica Francesc Núñez, sociólogo y profesor de los Estudios de Humanidades de la UOC.
Para el académico, tanto agencias de viajes, como ciudades y gobiernos, sacan provecho desde el horizonte del sufrimiento de muchos. “Un lugar de sufrimiento puede ser un lugar de peregrinación”, afirma. Según el sociólogo el efecto de la comercialización y la masificación de determinados espacios, ha producido su banalización y convierte a esos destinos en un trofeo más, concebido como la foto o la selfie.