Barberos, modistas, panaderos… Hay oficios tradicionales que, en plena era Millennial, están volviendo a tener protagonismo entre los consumidores. El gusto por la personalización de los productos, pero también de los servicios, es una de las causas. La proliferación de negocios con carácter artesanal y cierto aire vintage, es una de las consecuencias.
Paseando por la Calle Conde Duque de Madrid hace unos días fui más consciente que nunca de que lo tradicional vende. Una floristería, al lado de una panadería y una frutería, junto a una quesería. Unos cuantos “ía” que no hacen sino reafirmar que nos encontramos ante el renacer de los oficios.
Y más allá de nuestras fronteras, la tendencia se replica. Cerca de Dubai existe un resort de lujo que tiene como máxima atracción la barbería de su spa, que imita a un club inglés para hombres.
Este es solo uno de los ejemplos que reflejan el renacer que vive la barbería clásica en todo el planeta. Una tendencia que ha llegado respaldada por aquellos que prefieren el apurado de una navaja afilada de barbero. Tal es el caso de Compadre Barber's Club, una barbería tradicional multiespacio en la calle Infantas de Madrid, que cuenta con zona de ocio y bar con coctelería:
Su impulsor, Alejandro, ha conocido de primera mano lo que era una barbería auténtica, de esas en las que no hay maquinillas y el resultado es sólo obra de las manos artistas del barbero. Su abuelo –cuya foto preside el espacio– era un hombre de largos bigotes que se acicalaba a diario con el cuidado y el tesón de quien sabe la galantería y la distinción que aportaban a un rostro. Él y toda una familia ligada a la peluquería han inculcado en Alejandro el gusto por el trabajo manual bien hecho y la recuperación de las técnicas de las barberías antiguas; y justo así es como se hace en Compadre.
Pero, ojo, que la tecnología también encuentra su hueco en esta vuelta a lo clásico.
Lord Jack Knife es un valenciano que, con 30 años, ha revolucionado la barbería española a través de su imagen transgresora y su maestría. Y es que ha creado su propia gama de navajas de acero japonés, que conviven en su salón con un aula destinada a la formación y el estudio.
La tribu urbana de los hipsters y movimientos como Movember han motivado en buena parte la proliferación de las barberías 2.0. Pero el perfil del que se afeita y se cuida la barba en estos locales va más allá: es el de un hombre urbano, joven, que busca un servicio de calidad, personalizado, porque es exigente con su imagen.
Hay esperanza para los negocios tradicionales
No es de extrañar que el 80% de los negocios familiares, que constituyen la base del tejido empresarial español, crean que en el próximo año su actividad mejorará en términos de facturación, empleo, e incluso, internacionalización.
Y es que quizá la situación política no acompañe, pero los empresarios familiares confían con unanimidad en el futuro próximo recuperando el optimismo que habían perdido hace años.
Según el VI Barómetro de la Empresa Familiar, elaborado por KPMG en colaboración con el Instituto de Empresa Familiar, un 94% ha aumentado o mantenido su plantilla y el 76% declara tener ya presencia en mercados extranjeros.
Eso sí, la otra cara de la moneda nos muestra que para un 51% de las empresas familiares la creciente competencia es el principal desafío al que se enfrentan en la actualidad. Ese renacer de los oficios se lo está poniendo un poco más complicado a los negocios de toda la vida.
Ejemplos como el de Panic, una panadería que ha sabido posicionarse entre los amantes de lo tradicional, están agitando la oferta y atrayendo cada vez a más demanda. Pan casero, hecho a mano, con masa madre y ecológico es la propuesta de valor con la que atraen a la clientela desde su escaparate. Eso y el constante olor a pan recién hecho que desprenden desde su obrador.
¿Erasmus en el campo? ¡Por qué no!
Al frente de muchos negocios que empiezan a hacerle la competencia a las tiendas de barrio hay jóvenes empresarios que llegan con nuevas ideas, procesos mejorados y una mentalidad digital que les permite crecer más en menos tiempo.
De ahí que ya estemos empezando a oír hablar del “Erasmus agrario”. Porque el campo tiene mucho que aportar a estas nuevas generaciones que buscan conocer los orígenes de las cosas para satisfacer la demanda de los clientes más exigentes.
Así, con el objetivo de fomentar la incorporación de activos al sector primario, el ministerio de Agricultura hará en 2018 una convocatoria en España para el denominado “Erasmus agrario”. Según el ministerio, es “imprescindible” impulsar y coordinar todas las ayudas e instrumentos que promuevan y favorezcan el relevo generacional en el campo. Quién sabe cuántos de esos pueblos españoles en riesgo de desaparecer se podrán salvar gracias a medidas de este tipo.
¡Puedes ser digital en un pueblo de 50 habitantes!
Formación, innovación y digitalización serán las claves de esta iniciativa, que busca convertirse en una versión agraria de las famosas becas Erasmus. De esta forma, los estudiantes podrán obtener respuestas a preguntas del tipo: cómo se hace una página web, cómo monto mi negocio, dónde me busco un distribuidor o qué herramientas de marketing innovadoras tengo a mi alcance.
A medida, por favor
Como decía al comienzo de este artículo, el gusto y deseo por la personalización es una de las causas de que lo artesanal haya vuelto.
En el caso de la moda, también encontramos muchos ejemplos. Jóvenes diseñadores que han apostado por abrir un taller, coger aguja e hilo y pasar horas ideando prendas, patrones y cortes.
El apoyo de las redes sociales para estas marcas es fundamental. Sobre todo Instagram, que hace las veces de catálogo, buzón de sugerencias y punto de encuentro para estar al día de cada novedad.
Aunque resulta paradójico ver cómo en una industria cada vez más globalizada se está recuperando la esencia de lo artesanal. Porque restaurar, arreglar, crear o remendar están hoy a la orden del día en el sector de la moda.
Y de esta forma, surgen oportunidades alrededor de la costura, pero también de la artesanía, la repostería, la restauración de muebles o calzado e incluso la agricultura tradicional y ecológica.
Si el sistema económico permite que esto sea sostenible en el tiempo, podremos devolver lo “viejo” al lugar que se merece.