Estos días me ha dado por hacer balance del año 2017. Serán los anuncios de Navidad, será el turrón colocado en primera línea en los lineales del supermercado o serán los proyectos, ideas y trabajos pendientes de cerrar en estas semanas que quedan de año antes de estrenar el 2018.
El caso es que, haciendo balance de todo lo que ha pasado este 2017 (lo bueno y lo malo), me he acordado del mayor ataque cibernético que hemos sufrido en los últimos tiempos: el WannaCry. ¡Cómo para no acordarse! Aquel virus informático, ransomware para los puristas, infectó hospitales, colegios, empresas de todos los sectores (incluido el publicitario) y hasta llegó a los sistemas informáticos del gobierno. Se puede decir que casi paralizó Internet secuestrando ordenadores de más de 100 países hasta que alguien consiguió detenerlo.
¿Quién fue ese alguien?
Un héroe accidental conocido como MalwareTech fue quien consiguió encontrar el “kill-switch” o interruptor de apagado de emergencia para detener el virus que se estaba propagando como si de una epidemia se tratase. Lo llamativo es que ese héroe ahora está en prisión. Sí, estamos hablando de un héroe al que han metido en la cárcel.
Ha sido arrestado por el FBI este verano en Estados Unidos acusado de prácticas de hacking en masa. En concreto se le señala como el responsable de desarrollar y vender el troyano bancario conocido como Kronos que fue usado para robar cuentas, códigos PIN y credenciales para realizar fraudes entre los años 2014 y 2015.
Marcus Hutchins, como se llama este experto británico en ciberseguridad de sólo 23 años, se enfrenta hasta a 40 años de prisión y 300.000 dólares de fianza por estas acusaciones.
Héroes y villanos
Esta historia de Marcus Hutchins me ha hecho reflexionar sobre héroes y villanos, personajes con doble cara que, por un lado hacen el bien, pero por otro son responsables del mal. Tirando de ficción, el ejemplo perfecto que me viene a la mente es Pablo Escobar, el protagonista de la serie Narcos, en Netflix. Un hombre que, por un lado trafica con droga y es responsable de cientos de asesinatos en Colombia, pero que, por otro lado, ayuda a los más pobres en su país con el dinero que consigue precisamente el negocio de la droga.
Siguiendo con el caso de la informática, está bastante extendida, al menos en la cultura popular, la idea de que son los propios informáticos, o desarrolladores de antivirus, los que crean el malware.
Quizás es perverso pensar que las empresas de ciberseguridad que nos venden paquetes de protección frente a estas amenazas informáticas son las responsables de que estos virus existan, pero desde el punto de vista del negocio, podría tener su lógica. ¿Qué sentido tendría crear una empresa de ciberseguridad en el caso de que Internet fuese un lugar libre de virus? Insisto en que es un razonamiento un tanto perverso y que las propias firmas de seguridad como Kaspersky se defienden de este tipo de amenazas y acusaciones de ciberespionaje asegurando que “en Kaspersky hacemos escudos y no espadas”, en palabras de Alfonso Ramírez, Director General de Kaspersky Lab Iberia. En cualquier caso, el ejemplo de la informática parece dar sentido a nuestra teoría de héroes y villanos.
La obsolescencia programada
Igual ocurre si llevamos la reflexión al terreno un poco más amplio de la tecnología. Se me ocurre, por ejemplo, pensar en la obsolescencia programada. ¿Cómo es posible que las bombillas de 1911 tuviesen una vida útil de 2.500 horas y las que usamos 100 años después duren la mitad? ¿Por qué la nueva actualización de Apple no es compatible con el dispositivo que compré hace dos años y que tengo intención de seguir usando?
¿Será que las empresas apuestan por la innovación si, y sólo si, los consumidores compran, tiran y vuelven a comprar? Sea por ese mantra de la sociedad de consumo o sea por cualquier otro motivo, el caso es que el sistema está montado de tal manera que nos sale más barato comprar el dispositivo nuevo que gastar el dinero en reparar el que ya tenemos. Es decir, volvemos a encontrarnos con unos héroes de la tecnología capaces de inventar un producto nuevo y mejorado para hacernos la vida más fácil a cambio de que, y este es el momento en el que se ponen la careta de villanos, nos desprendamos obligatoriamente del dispositivo que nos vendieron hace unos años como el mejor del mercado y que han programado para caducar justo en este momento.
Los héroes del medio ambiente
La lista de héroes y villanos suma y sigue. Encontramos más ejemplos cuando nos fijamos en marcas que destinan fondos al cuidado del medio ambiente cuando, al mismo tiempo, están contaminando durante su fase de producción. Según un informe de Oxfam, sólo las diez principales empresas de la industria alimentaria son responsables de la emisión de más gases de efecto invernadero de los que causan muchos países del mundo. Hablamos de marcas como Danone, Nestlé o Unilever.
Por poner sólo un ejemplo concreto, Nescafé ha lanzado un interesante programa para impulsar el reciclaje de las cápsulas de café y reducir así el impacto que estos productos tienen sobre el planeta. Aunque la iniciativa está muy bien, ¿no sería mejor atajar el problema de raíz? Si vamos directamente a la fase de producción, modernizamos el proceso y usamos productos más ecofriendly ya no sería necesario invertir en reciclaje y además ganaríamos en productividad. ¿Dónde están los héroes capaces de implantar el nuevo modelo?
Necesitaríamos unos cuantos en la industria de la alimentación, pero también en la sanitaria. ¿Cuántas veces hemos escuchado eso de que no hay cura para ciertas enfermedades porque no resulta rentable para el negocio de las farmacéuticas?
Sin llegar tan lejos, en los últimos días he leído que las farmacéuticas producen envases de gotas para los ojos con capacidad para albergar más líquido del que el ojo humano es capaz de absorber. A pesar de que algunos estudios han alertado del problema e instituciones oftalmológicas han aconsejado cambiar el diseño para no desaprovechar el producto, la industria rechaza cambiarlo para asegurarse más beneficios.
También he leído que la industria alimentaria ha tratado de esconder los efectos perjudiciales del azúcar para la salud con el objetivo de vender más. La historia se remonta 50 años atrás a raíz de un estudio que vinculaba altos niveles de ingesta de azúcar con enfermedades del corazón e incluso con el cáncer. Se trata de una investigación llamada Project 259 lanzada en 1968 y que ha salido a la luz gracias a la Universidad de California. Según las investigaciones, las fábricas de alimentación incluso llegaron a pagar a científicos de Harvard para ocultar la relación entre altos niveles de azúcar en sangre y ataques al corazón. Acusaciones de las que algunas marcas de la industria se defienden asegurando que no se trata de decisiones científicas, sino de decisiones de marketing.
Sea como sea, lo cierto es que este “problema” ha dado lugar a un tipo de innovación que el Padre del Marketing Moderno, Philip Kottler, calificaría de marketing lateral: refrescos zero, yogures bajos en grasa, productos bio… Nuevos productos que surgen a partir de pequeñas innovaciones del producto base y que, en este caso, resultan más saludables.
¿Será entonces que todo héroe necesita un villano para poder existir igual que todo yin se complenta en su yang? Es más, ¿cómo podríamos saber quiénes son los "buenos" si no hay unos "malos" con quien compararlos?
Buenos o malos, lo cierto es que necesitamos héroes. Más si cabe cuando estamos a punto de iniciar un año que tiene todas las páginas de sus 365 días en blanco. Así que: "Héroes del 2018, os estamos esperando. ¡Manifestaos!...