Un vídeo sobre una receta casera de helado. Un post con instrucciones para hacer adornos florales. O una publicación sobre actividades a realizar con niños en un día de lluvia. Son contenidos con los que resulta fácil toparse en redes sociales y, quizá no te hayas dado cuenta, pero algunos de ellos forman parte de la cuestionada tendencia “tradwife” que está dividiendo la opinión de los usuarios y que ofrece un retrato de la brecha cultural y social actual.
Se trata de un término anglosajón resultado de la combinación del concepto “traditional” (tradicional) y “wife" (esposa en inglés) y que alude a las mujeres que apuestan por un estilo de vida tradicional, principalmente dedicado al cuidado del hogar y la crianza de los hijos, y que aboga, en mayor o menor grado, por la recuperación de las costumbres. Es un movimiento con presencia destacada en Estados Unidos y Reino Unido y que ha cobrado peso a partir de acontecimientos como la pandemia o el movimiento social “Me Too”.
Y es que las circunstancias que han dado lugar a su auge son múltiples y heterogéneas. Hay un segmento de las creadoras e influencers que alimentan la tendencia que han adoptado este estilo de vida tras decepcionarse con un sistema laboral y económico que no les satisface. Es decir, decide renunciar a un trabajo mal remunerado, con exceso de horas y que deja poco o nulo hueco a la conciliación, para buscar la realización personal en el hogar familiar. Algo que tan sólo cabe en las posibilidades de un segmento poblacional privilegiado que pueda permitirse que uno de los dos adultos de una familia con hijos renuncie a un salario.
Además hay una vertiente más ideológica, ligada a corrientes conservadoras, algunas de ellas extremas, que practican un estilo de vida tradicional y lo muestran en redes sociales como respuesta a un movimiento feminista que consideran que está destruyendo los valores que, en su opinión, deberían sustentar la sociedad. En este sentido, defienden las construcciones sociales del patriarcado, exaltan la feminidad tradicional y valoran positivamente la dependencia económica de la mujer respecto a sus maridos.
Quienes protagonizan esta tendencia son, en su mayoría, mujeres caucásicas de clase media-alta y de religión cristiana. Su contenido presenta una estética claramente inspirada en la década de los años 50 -justo antes de la generalización del acceso de la mujer al mercado laboral-, bucólica, idílica y muy vinculado a los patrones de belleza perpetuados durante décadas. También comulgan con los valores y atributos asociados tradicionalmente a la figura de la mujer, como la dulzura, la compasión, los cuidados y el deseo de satisfacer a los seres queridos.
Una de las principales razones de la popularización de la tendencia es su estética favorable para las redes sociales, así como su capacidad para recoger bajo su paraguas otras tendencias que han destacado a lo largo de los últimos tiempos en las plataformas digitales, como la estética coquette, el concepto “humancore” o la preferencia por el contenido positivo y agradable.
El crecimiento de la tendencia “tradwife” ha estado acompañado una polémica casi directamente proporcional. Una importante sección de los usuarios se aproxima a este tipo de contenido como lo haría a cualquier otro o, a nivel ideológico, porque comulga con los valores que transmite. Otros, en cambio, entienden que detrás de este tipo de publicaciones hay una agenda conservadora con un interés político y consideran dañinos para otras mujeres y nuevas generaciones los mensajes que transmiten, pues suponen un retroceso en los derechos sociales conquistados.
La tendencia, que según AdAge, a principios de abril acumulaba 565 millones de reproducciones en TikTok a nivel mundial, cuenta también con contenido satelital, como los cientos de parodias que han surgido satirizando los vídeos publicado bajo el hastag #tradwife.
Pese a la polémica, las decenas de millones que acumulan algunos de los vídeos han atraído a las marcas. La modelo y creadora de contenido Nara Smith, que no realiza sus publicaciones con el hashtag #tradwife, pero sí ofrece publicaciones de corte convencional en las que cocinar para su familia es temática protagonista, ha realizado colaboraciones con las marcas de moda Revolve, Aritzi o Calvin Klein, o las marcas de alimentación probiótica Poppi y Seed.
La vinculación a esta tendencia polarizante puede suponer un riesgo para la reputación de las marcas que, presumiblemente, se acercan a este tipo de influencer y contenido más llamadas por el alcance y visibilidad que puedan ofrecerles y por la estética que brindan, que por una verdadera vinculación de valores. Así lo muestra que algunas de las creadoras con un discurso más extremo no cuentan con post patrocinados o colaboraciones, o al menos no lo indican, aunque en sus bios se puede acceder a sus espacios personales en Amazon, donde incluyen productos de marcas.
Por lo que, de una forma y otra, y pese a que muchas de ellas aseguran no necesitar o no desear un trabajo, están monetizando su contenido y, por lo tanto, rentabilizando su estilo de vida.
Más allá de calados ideológicos o parodias, la tendencia “tradwife” se alza como uno de los contenidos que más están reflejando la brecha social y cultural actual y una nueva muestra del papel que desempeñan las redes sociales en la construcción de ideologías. Independientemente de que se capitalice o no, conocer la percepción de los usuarios respecto a ella podría ser crucial para conectar con las comunidades.