Generación “quedarse en casa”: una nueva socialización que desafía las construcciones tradicionales

  • Las nuevas generaciones prefieren el entretenimiento en el hogar al ocio fuera de casa
  • Se relacionan en el entorno online, maduran más tarde, pero son más conscientes de la salud o la comunidad
Niño mira un ordenador portátil

Quedar para jugar un partido, merendar o ir al cine, ya no está de moda. O, al menos, ya no se practica tanto. Los adolescentes de hoy en día prefieren quedarse en casa, disfrutar del ocio en el hogar, ya sea solos o con amigos, que socializar al aire libre. Se trata de un cambio generacional y cultural que se está produciendo junto a nuevos hábitos de consumo que responden a factores económicos, tecnológicos y educativos y que desafían las concepciones tradicionales del mercado. 

En una realidad dominada por la presencia del ecosistema digital, las nuevas generaciones se muestran más interesadas en las actividades de interior, aprovechando las múltiples opciones de entretenimiento online e interactuando de manera virtual con amigos y conocidos, que en aventurarse al mundo y disfrutar del ocio fuera de casa. 

La Generación Z ha reducido la frecuencia de sus salidas y socializa menos a nivel presencial

Múltiples estudios señalan que los miembros de la Generación Z han reducido la frecuencia de sus salidas y socializan menos a nivel presencial. Se trata de un fenómeno internacional que está teniendo lugar en diversos mercados y que, tal y como recoge The Guardian, en algunos países, como Corea del Sur, ha despertado la preocupación de las autoridades. Allí, un programa del Ministerio de Igualdad y Familia ofrece, además de servicios sanitarios, educativos y profesionales, una asignación mensual de 490 dólares a jóvenes entre 9 y 24 años que están experimentando aislamiento social extremo para animarles a socializar fuera de casa. 

La situación ha llevado a muchos a bautizar a las nuevas generaciones como la generación “quedarse en casa”, debido a sus actuales preferencias y al atractivo que “salir” ha perdido entre los jóvenes. Un cambio que se ha visto agravado por las transformaciones derivadas de la pandemia, pero que no es consecuencia directa de éstas, sino de la coyuntura de los últimos años. 

En este sentido, no debería sorprender que los hábitos y gustos de los adolescentes de ahora disten tanto de los de antaño. En primer lugar, el desarrollo tecnológico ha dado lugar a que múltiples actividades básicas y cotidianas sean ahora fácilmente realizables desde la comodidad del hogar. Por ejemplo, ahora no es necesario acudir al supermercado, ir a un restaurante o al cine, o comprar ropa si uno no lo desea, ya que existen plataformas y servicios digitales, como Glovo o Netflix, que cubren todas esas necesidades sin tener que levantarse del sofá. 

Lo mismo sucede con la comunicación y las relaciones personales, muchas de las cuales se desarrollan ahora en aplicaciones de mensajería instantánea o redes sociales. Tanto es así que, mediante plataformas como Snapchat pueden interactuar con sus amigos y hacer otros nuevos, y a través de Tinder pueden, incluso, encontrar pareja. Y con TikTok, además de acceder a una oferta casi infinita de entretenimiento, pueden informarse de la actualidad o descubrir nuevos conocimientos.

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A esto se suman las limitaciones financieras que afectan a los jóvenes y a las familias que los sustentan. Antes de la actual inflación, la pandemia planteó una profunda recesión que apenas había dado tiempo a superar el impacto estructural de la crisis económica de 2008. Y es que casi dos décadas de incertidumbre económica, así como el incremento del coste de la vida, han dejado huella en la capacidad adquisitiva y los bolsillos de los consumidores. 

Las redes sociales frente al mundo presencial

Además de los cambios de comportamiento asociados a la inmersión en los smartphones, la preferencia de los jóvenes por el ocio en el hogar también se asocia a modelos de crianza y educación más protectores. Ya sea por el deseo de los progenitores o tutores de salvaguardar a lo adolescentes de los males y conflictos del mundo o por un interés genuino de permanecer conectados, la comunicación constante -por teléfono, videollamada o chat-, está dando lugar a una maduración tardía y a una menor inclinación por la “búsqueda de aventuras”. 

La conveniencia y la comodidad, sumado a las dificultades económicas para independizarse, está dando lugar a generaciones menos ansiosas por alcanzar hitos propios de la edad adulta. Así, cada vez se producen más tarde acontecimientos impulsores de la maduración, como obtener el permiso de conducir, buscar una primera experiencia laboral o tener citas. 

Por contra, la generación “quedarse en casa” parece más concienciada con aspectos relacionados con la salud física, mental y emocional. Así, hábitos más comunes en generaciones predecesoras, como beber alcohol o consumir drogas, se practican menos. Es decir, travesuras adolescentes, como salir a emborracharse, parecen haber perdido también el atractivo. 

El consumo excesivo de redes sociales alimenta la ansiedad o la depresión

Sin embargo, padecen de condiciones psicológicas no tan extendidas entre las generaciones anteriores. Y es que las redes sociales, con sus construcciones en torno a las apariencias y los estilos de vida idealizados, están alimentando enfermedades como la ansiedad y la depresión entre los adolescentes. Tanto es así que las autoridades de algunos países están considerando limitar el acceso de los menores de 16 años a las redes sociales o prohibir la entrada de teléfonos móviles en las aulas. 

Estos cambios en la socialización de los jóvenes desafían las nociones tradicionales de interacción, de ahí que muchos medios especializados y foros centrados en crianza y educación se copen con las preocupaciones de progenitores y tutores sobre el tiempo que los adolescentes pasan dentro del hogar. Para muchos, la preferencia por el hogar supone, además de un ejercicio de comodidad y conveniencia, uno de gestión del control en un panorama de incertidumbre continuada. 

Lo cierto es que todas estas cuestiones evidencian que el concepto de lo que significaba ser joven no es el mismo que en el pasado. La generación “quedarse en casa” recoge, precisamente, lo que constituye una generación, es decir, la definición de unas características comunes, con una visión y actitud compartida hacia el mundo y la vida. Y estas no tienen que ser las mismas que las nuestras.