Una mirada, un gesto o el color de una chaqueta pueden reforzar un argumento o restarle credibilidad. La estética y el lenguaje gestual son claves en política.
Así lo creen Marcos de Quinto, Consejero del CEO en The Coca-Cola Company; Fran Carrillo, Consultor político y asesor de comunicación en La Fábrica de Discursos; Pablo Herreros, Periodista y Comunicador; y Luján Artola, Periodista y analista política. Todos han participado en la Tercera tertulia del año en Reason Why: “Marketing Político, comunicación medida a medida”.
En cuanto a estilismo, hay diferencias entre hombres y mujeres. Los tertulianos opinan que analizar la vestimenta de las mujeres puede resultar sexista en casos como este:
O incluso en un debate a cuatro como el preelectoral con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Sáenz de Santamaría.
Sin embargo, los colores sí pueden aportar información extra al discurso y reforzar los argumentos que una Cristina Cifuentes acusada de mentir sobre su máster de la Universidad Rey Juan Carlos quiere transmitir en su última intervención como Presidenta de la Comunidad de Madrid.
En el caso de los hombres, el punto de partida suele ser una estética neutral. Es cuando se salta esta neutralidad cuando se trata de comunicar un mensaje. Por ejemplo, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, demostró aceptar el protocolo de los Premios Goya usando esmoquin y rechazar el de la monarquía al prescindir del traje en la Zarzuela.
Por hacer el paralelismo, el “packaging político” también aporta información relevante a los votantes. Y si la ropa da información, los gestos también.
Siempre y cuando no se caiga en la psicosis de analizar cada microgesto. Que un político se rasque la nariz no implica necesariamente que esté mintiendo. Puede que simplemente le pique.