¿Se puede vender algo en lo que no se cree?

  • “No hay peor embajador de una marca o de un partido que el que no cree en el mensaje"
  • La propaganda política está fuera de la Ley de Publicidad y puede mentir
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¿Se puede vender una cosa y creer la contraria? Por poder, se puede. Basta con recordar ejemplos como el del futbolista Iker Casillas tuiteando las ventajas de un Samsung como embajador de la marca desde su iPhone. Una situación que también se replica, con matices, en política.

De ello se ha hablado en la Tercera tertulia del año en Reason Why: “Marketing Político, comunicación medida a medida”. Un debate con Marcos de Quinto, Consejero del CEO de The Coca-Cola Company; Fran Carrillo, Consultor político y asesor de comunicación en La Fábrica de Discursos; Pablo Herreros, Periodista y Comunicador; y Luján Artola, Periodista y analista política.

“No hay peor embajador de una marca o de un partido que el que no cree en el mensaje. Lo más importante en comunicación es creer en lo que dices. Sólo así puedes convencer a los demás”, ha opinado Pablo Herreros.

"La mayoría de los trabajadores de tabaqueras no cree en el tabaco"

Tema diferente es el compromiso que alguien adquiere de vender algo por contrato, no por convicción. En opinión de Fran Carrillo, sería ilógico que el CEO, o la cúpula de un partido, vendiese una idea sin creer en ella. No así los trabajadores. Y el ejemplo más gráfico en marketing lo tenemos en las tabaqueras: “Probablemente la mayoría de la  gente que trabaje en tabaqueras no crea en el tabaco”, ha recordado Marcos de Quinto.

Aunque de ahí a considerar la política, o el marketing en general, un eufemismo de manipulación hay un abismo.

“No digo que en política se manipule. Digo que los políticos se han asegurado estar fuera de la Ley de Publicidad y, por tanto, la propaganda política puede mentir”, ha asegurado el Consejero del CEO en The Coca-Cola Company.

¿Hitler era un orador persuasivo o manipulador?

En este punto es donde se puede aplicar la escala de grises y la débil frontera que existe entre manipulación y persuasión: ”¿Oradores como Hitler eran manipuladores o persuasivos?”, se preguntaba Fran Carrillo para argumentar que el propósito de la comunicación política no es manipular, sino trasladar mensajes lo más claros posibles a su consumidor final”. Entre otros motivos porque “la gente tiene cada vez más claro cuándo le mienten”, le apoyaba Pablo Herreros.

Para Luján Artola, además de la mentira, lo que más daño hace a un político son los argumentarios:  “Se distribuyen como si fuesen un trozo de pan por las mañanas. Son mensajes en cadena que se repiten y no están construidos para cada persona”. De nuevo, se trata de vender algo en lo que no se cree.

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